Logocentrismo. El populismo se centra en la palabra.
El problema es tomar esa palabra como la realidad tal como la piensa la politica, dice Waisbord.
Luces y sombras de los populismos discursivos
Sociología
política. En su ensayo “Vox populista. Medios, periodismo y democracia”,
Silvio Waisbord analiza el papel de las retóricas populistas.
Silvio
Waisbord –académico argentino radicado en los Estados Unidos– se ha dedicado en
su libro Vox Populista.
Medios, periodismo, democracia(Gedisa) a analizar la relación de los
populismos latinoamericanos con los medios. Allí aborda la problemática de forma
medida y rigurosa más allá de la “cacofonía conceptual” que caracteriza el
discurso político, público y periodístico de estos tiempos. Para Waisbord el
populismo “es un híbrido que no encaja en las categorías y divisiones clásicas
del pensamiento occidental” y enfatiza, a través de todo el libro, que “el
populismo suscribe una visión estatista sobre la relación entre política,
medios y periodismo en función de una lógica de construcción de poder”.
En su última visita a Buenos Aires habló de este ensayo y también se refirió a una problématica que se presenta en contextos como el argentino, donde hay divisiones muy tajantes en la sociedad. Subrayó: “Yo me planto fuera de los dos bandos, en un lugar de duda frente a los dogmas. No es mi posición natural, pero es la posición más interesante para examinar diferentes argumentos cotejados alrededor de los medios y tratar de encontrar fortalezas y debilidades en ambas posiciones y de allí extraer ideas que no entran, estrictamente, ni en una o en la otra. Soy crítico sobre el papel del populismo con los medios de comunicación, aunque reconozco que tiene algunas virtudes a pesar de sus defectos. Entonces no soy imparcial y no es un balance equitativo”.
–Usted señala una de las contradicciones del populismo con esta pregunta: ¿Cómo puede simultáneamente creer en el pueblo, como depositario de la verdad colectiva, junto con una visión condescendiente del pueblo, como sujeto manipulado por los medios? ¿Hay quién le haya objetado esta idea?
En su última visita a Buenos Aires habló de este ensayo y también se refirió a una problématica que se presenta en contextos como el argentino, donde hay divisiones muy tajantes en la sociedad. Subrayó: “Yo me planto fuera de los dos bandos, en un lugar de duda frente a los dogmas. No es mi posición natural, pero es la posición más interesante para examinar diferentes argumentos cotejados alrededor de los medios y tratar de encontrar fortalezas y debilidades en ambas posiciones y de allí extraer ideas que no entran, estrictamente, ni en una o en la otra. Soy crítico sobre el papel del populismo con los medios de comunicación, aunque reconozco que tiene algunas virtudes a pesar de sus defectos. Entonces no soy imparcial y no es un balance equitativo”.
–Usted señala una de las contradicciones del populismo con esta pregunta: ¿Cómo puede simultáneamente creer en el pueblo, como depositario de la verdad colectiva, junto con una visión condescendiente del pueblo, como sujeto manipulado por los medios? ¿Hay quién le haya objetado esta idea?
–Seguramente disentirán. Pero para mí es una actitud no solamente
contradictoria, sino también paternalista. Sostener al pueblo como fuente de la
verdad por un lado, y por el otro sentir que es engañado por los medios. Puedes
pensar una cosa o la otra, pero no las dos cosas. Salvo que pienses en la idea
más marxista de la concientizacion de las masas. El populismo roba algo de
esto: que nosotros vamos a concientizar las masas, pero por otro lado las masas
saben lo que es bueno para ellos y al mismo tiempo culpamos a los medios de lavarle
el cerebro... El tema es que el argumento populista asume al “sujeto popular”
como un sujeto preexistente. El pueblo existe antes de la política.
–¿Por qué los populismos latinoamericanos comparten una demonización de los
Estados Unidos?
–Para mí es más retórico que otra cosa. El caso emblemático sería Chavez. El
chavismo tiene mucho de antiamericanismo pero en la industria del petróleo
Chávez no prescindió de las compañias estadounidenses. Algo similar ha ocurrido
en Ecuador con Correa y en Argentina con este gobierno. El populismo lo que
tiene es un logocentrismo. Se centra en la palabra. El problema es tomar esa
palabra como la realidad. Hay una tradición en la comunicación muy fuerte que
sugiere eso: que la palabra es una reflexión de la realidad. Es una falacia.
Desde la filosofía del lenguaje hasta el desconstruccionismo indican justamente
esto: que el lenguaje es vacío, ambiguo, engañoso. Pero el populismo es un
fenómeno discursivo. El populismo le da entidad a estos discursos y después se
toman como si existieran realmente. Son construcciones.
–¿Eso termina siendo una trampa para el populismo?
–La política es una construcción de la realidad. El problema es creer que esa
realidad existe tal como la piensa la política. Más allá que sea de izquierda o
de derecha. La tarea es ver la realidad como es, para compararla con la que
cuenta la política. El argumento de este libro no solo se aplica al populismo
sino a la política en general. Porque a la política no le interesa una
construcción “imparcial” de la realidad. No. La política es cotejar, discutir e
imponer cierta interpretación de la realidad. La política fue posmoderna antes
que existiera el posmodernismo. En el sentido de que la realidad no existe. Lo
que existe es lo que yo te digo que existe.
-¿Qué reflexiones espera que surjan a partir de este libro?
–Que la gente cuestione sus verdades y sus convicciones sobre estos temas. Mi
idea es tratar de punzar dogmas; no cambiar ideas, sino reflexionar en una
forma crítica. El populismo funciona para que la política se ubique en un lugar
de antagonismos exacerbados. Allí está mi disenso fundamental con el populismo.
Porque esa política no es sostenible en una democracia. Porque la democracia
asume la necesidad de ciertos consensos de las diferencias. El tema es,
entonces, cómo se construye, cómo se respeta, cómo se reconoce la diferencia,
al mismo tiempo que hay espacio para la creación del consenso y del diálogo que
necesita toda democracia.
–En el libro concede que algunas de las críticas del populismo a la prensa son
válidas.
–El populismo dice lo que rara vez se ha dicho, es decir, cómo trabaja el
periodismo, en qué condiciones, a quién responde. Hay temas, como el de la
propiedad de los medios, que el populismo expone y que a otras fuerzas
políticas, por diferentes razones, les ha costado mucho más. Eso hay que
reconocerlo. El problema es que lo habla desde una perspectiva estrechamente
política y con objetivos muy pequeños. Hay luces y sombras.
–¿Cuál sería su respuesta a una persona que le dice que no tiene derecho de
criticar al populismo argentino y latinoamericano porque usted reside en los
Estados Unidos?
–Hay ciertos temas sobre los cuales, viviendo afuera, no se puede opinar o no
se puede escribir –por más que se tengan datos–, porque te pone en una posición
difícil. Pero de otros temas, como los que toco en este libro, sí se puede.
Hablar de la cotidianeidad argentina sería hipócrita de mi parte. Pero puedo
hablar sobre cómo evalúo yo ciertas decisiones de políticas de comunicación de
medios.
–Para cerrar, ¿cómo ven sus colegas politólogos a la Argentina?
–No es un tema. América Latina no es una prioridad ni un tema de discusión
intensa porque no entra en ninguna de las prioridades actuales de los Estados
Unidos. En las ciencias políticas creo que siempre se tiende a considerar los
casos extremos o ruidosos. Y dentro de los populismos, el caso argentino es
menos ruidoso que otros.
Fuente: Revista Ñ (El Clarín). 20 de mayo del 2014.