sábado, 24 de marzo de 2012

Ollanta Humala, entre la centro derecha y la centro izquierda.

¿Es de Izquierda el gobierno de Humala?

Por: Steven Levitsky (Politólogo)

Es de (centro) izquierda el gobierno de Humala? Él mismo ha dicho que no. Esa proclamación no significa mucho porque todos los que gobiernan (o aspiran seriamente a gobernar) en el Perú dicen que no son de derecha o izquierda.(Los fujimoristas dicen que su partido no es de derecha, pero lo es).

Existe casi un consenso entre los analistas que el gobierno de Humala no es de izquierda. No ha cambiado el modelo económico; mantiene las políticas macroeconómicas ortodoxas; ha adoptado una posición abiertamente prominera; y su reacción ante la protesta en Cajamarca reveló una preferencia por el orden sobre la participación popular y la concertación. Todavía no sé cómo clasificarlo. Recién empieza, y como es un gobierno personalista e inexperto en política, mucho puede cambiar.

Una lección de este decenio es que hay varias maneras de ser izquierda en AL. Dejemos de lado la izquierda tradicional o marxista. Fuera de Cuba y quizás Venezuela, todos los que gobiernan en AL son más centroizquierda que izquierda. También dejemos la idea de que izquierda tiene que ser anticapitalista o antimercado. En el mundo actual, casi todos los partidos importantes de izquierda aceptan las normas básicas del capitalismo. Si la izquierda no pudiera ser procapitalista, Lula, el Frente Amplio, el PS de Chile, y los socialdemócratas europeos no serían de izquierda.

¿Qué es la izquierda entonces? En mi libro con Kenneth Roberts (El resurgimiento de la izquierda latinoamericana, 2011), postulamos que el eje central de la izquierda de AL es la redistribución. Los gobiernos de izquierda buscan utilizar las políticas públicas para reducir la desigualdad socioeconómica. La izquierda más radical (casi inexistente hoy) busca hacerlo a través de la expropiación y redistribución de la propiedad (reforma agraria, etc.). Los gobiernos de centroizquierda buscan hacerlo a través de los sueldos, los impuestos y las políticas sociales.

Pensando en estos términos, el gobierno de Humala podría ser calificado como centroizquierda moderada. El impuesto minero, el incremento del salario mínimo, y la inversión en programas como Juntos, Pensión 65, Cuna Más y Beca 18 no constituyen la “gran transformación,” pero sí son políticas orientadas a la redistribución. Si se implementan según el plan del Ministerio de Desarrollo e Inclusión, estas políticas sociales beneficiarán a cientos de miles de familias pobres en los próximos cinco años. No se sabe si el gobierno posee la voluntad o la capacidad para cumplir con estos objetivos, pero si lo hace, se distinguiría de los dos gobiernos anteriores.

Hay otras dimensiones de izquierda que pueden chocar con el objetivo de la redistribución. Una es el eje producción versus regulación. Una tendencia importante dentro de la izquierda moderna es la que busca utilizar al Estado para regular el capital privado a fin de proteger el medio ambiente y/o comunidades históricamente explotadas (como grupos indígenas). Es una tendencia “posmaterialista” que surgió en las democracias industrializadas –donde las necesidades básicas estaban cubiertas– a partir de los años 70.

La defensa del medio ambiente y de las comunidades indígenas es, sin duda, una orientación izquierdista. Pero es otra izquierda. Y en un país pobre como el Perú (sorry Mr. Gates), puede chocar con los objetivos de la redistribución. En AL, donde las economías siguen siendo precarias y –aún en tiempos de boom– los recursos no abundan, muchos gobiernos cuya prioridad es la redistribución terminan siendo más “productivistas” que verdes. Lula decepcionó a los defensores de la Amazonía. Cristina está enfrentada con los grupos ecologistas por su promoción de la minería. Correa ha optado desde el principio por el desarrollo –y no la protección– de los recursos naturales, generando la oposición de sectores indígenas y ecologistas. Hasta Evo, que se declara pro indígena y mantiene una fuerte relación con grupos indígenas, mantiene una agenda productivista que ha generado conflictos. Estos gobiernos son de izquierda. Pero la necesidad de generar recursos –en muchos casos, para invertir en políticas redistributivas– los empuja hacia una posición más productivista que ecologista o indigenista.

La opción por el orden sobre la protesta también podría relacionarse con el productivismo. El pacto que el gobierno negoció con los grupos mineros rindió frutos importantes: generó más recursos para invertir en las políticas sociales. Pero todo pacto es un toma y daca, e imagino que, en cambio, el gobierno ofreció ciertas garantías para la inversión. En Cajamarca, Humala –que como candidato se había solidarizado con los manifestantes– enfrentó la primera prueba del pacto. Su reacción me parece exagerada, pero desde la perspectiva de una izquierda productivista, que busca recursos para sostener su proyecto social, no fue incoherente. Dicho de otra manera, la reacción de Humala ante lo de Cajamarca podría explicarse por su formación militar, por su “captura” por las empresas mineras, o por su “fujimorización”.

Humala podría terminar como Alan García, que parece haber concluido que no valió la pena pensar seriamente ni en la redistribución ni en el medio ambiente. Pero la experiencia de otros gobiernos de AL sugiere que hay otros caminos. Toledo y García dejaron un gran espacio en la centroizquierda. Si Humala utiliza bien los recursos generados por sus políticas macro para hacer llegar a más gente las políticas redistributivas del Estado, podría –aún enfrentado con las izquierdas tradicionales y verdes– llenar ese espacio.

Steven Levitsky es un destacado politólogo con estudio en Ciencias Políticas por la Universidad de Stanford (1990) y un doctorado en la Universidad de Berkeley, California (1999).
Desde mayo de 2008, es profesor titular de las asignaturas de Government y Social Studies en Harvard University.
Se desempeña como consejero de dos organizaciones de estudiantes en Harvard University: la Organización de Harvard para América Latina, y el Proyecto de Harvard para el Desarrollo Sostenible; y, además, ejerce de Consejo Consultivo de la Asociación Civil POLITAI, dedicada a la investigación en Ciencia Política y Gobierno, conformada por estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Fuente: Diario La República (Perú). Domingo, 18 de marzo de 2012.

jueves, 22 de marzo de 2012

La Democracia Deliberativa frente a las nuevas tecnologías y las redes sociales.

Medios sociales y democracia deliberativa

Las nuevas tecnologías y las redes sociales han perturbado el sistema de jerarquías vigente y han agravado la crisis de gobernanza; el reto de los medios sociales es convertir la multitud boba en multitud inteligente.

Por: Nathan Gardels. Redactor jefe del New Perspectives Quarterly (NPQ) y del Global Viewpoint Network de Tribune Media Services. También es asesor principal del Berggruen Institute).

La emergencia de las redes sociales y su impacto en la gobernanza fueron analizados el pasado 4 de marzo en una discusión abierta organizada por el Nicolas Berggruen Institute de Palo Alto, California, en la que participaron diversos expertos. De aquella discusión surgieron las siguientes cuestiones:

1. La fase destructiva: tecnologías perturbadoras y crisis de progreso. Las tecnologías perturbadoras que "aumentan la visión, la memoria y la atención" —y que van desde la imprenta a la web— siempre producen "crisis de progreso", porque socavan la posición de los "gremios protectores", los intermediarios y las instituciones que en su día han controlado la información y el poder. Los intereses creados de esas instituciones hacen que se resistan a perder el control mientras persiste la insurgencia. Por lo tanto, la primera fase del cambio suele ser conflictiva y destructiva (pensemos en las guerras de religión registradas en Europa después de la aparición de la imprenta). En esta fase, las fuerzas son centrífugas, es decir, desmiembran y fragmentan.

En nuestra época, la aparición de las redes sociales y la transparencia de las redes compartidas cuestionan todas las jerarquías, desde el monopolio de los grandes medios de comunicación hasta el conocimiento profesional protegido por títulos, como el de los médicos, o el poder de los dictadores protegidos por la fuerza. Los sistemas que se adapten a esta nueva transparencia o que la aprovechen serán los que sobrevivirán. Fracasarán los que se resistan y acaben perdiendo confianza y, con ella, fidelidad.

Se descomponen los personajes rígidos como los autócratas de Egipto y Túnez, que son quebradizos. Florecen los más flexibles, como los integrantes de la profesión médica, que han sacado partido a las páginas web de información al paciente. En algún punto intermedio se encuentra la autocrática China, que camina en dos direcciones a la vez: es un "Estado supervigilante" que aspira a "estar totalmente informado" de las actividades de sus súbditos, pero en la que la población de microblogueros, en una especie de "monitory webocracy”, es también es objeto de "infravigilancia".

En este sentido, China es un "gigantesco caldo de cultivo" de lo que vendrá después. La balanza puede inclinarse hacia cualquiera de los dos lados. Para algunos, la webocracia de los microblogs ayuda a solventar el antiquísimo problema de la "escasa realimentación que llega al emperador", causa de la caída de muchas dinastías que perdieron el contacto con la realidad. La jerarquía meritocrática china es un sistema eficiente, que en última instancia fracasará si no cuenta con los bucles de realimentación que puede proporcionar una información fiable. Los medios sociales pueden convertirse en parte integral del cuerpo político chino y así mejorar la gobernanza.

Para algunos, entre ellos el artista disidente Ai Weiwei, estamos ante un Estado que siempre quiere saber dónde estás, qué haces y con quién hablas, para poder "aplastarte" cuando quiera.

2. La fase creadora: el desarrollo de nuevas instituciones. a) Si las redes sociales pueden erosionar la confianza mediante tuits, socavar la autoridad y derribar las instituciones, ¿qué papel podrían tener en la reconstrucción?

Después de la fase centrífuga, la siguiente se caracterizará por un proceso de recomposición y construcción de nuevas instituciones, basadas en una concepción renovada de la autoridad. A lo largo de la historia, o bien se han consolidado nuevas élites e instituciones jerárquicas con otros grupos de gobernantes y expertos fuertes (la pirámide) o, en la época contemporánea (tras la Ilustración) se han formado estructuras en forma de diamante en las que la mayoría de la gente ni es rica ni pobre, y el conflicto y la competencia, ritualizados por las normas, tienen lugar en "entornos" como los tribunales, los mercados, la ciencia y la democracia.

A diferencia de la estructura de poder vertical de la pirámide jerárquica, en la que la legitimidad reside en el gobierno de los respetables y los expertos, el modelo de legitimidad en forma de diamante surge de la "rendición de cuentas recíproca" de sus participantes. Hoy en día, la agitación de las redes sociales presiona sobre ambos modelos para dar cabida a un mayor número de participantes que comparten la misma información. Más que alternativas, la pirámide y el diamante son estructuras simbióticamente relacionadas, como el yin y el yang, sobre todo en lo que se refiere a la capacidad de participación de los medios sociales.

Ante ese desafío, los seres humanos reaccionan de dos maneras: la ontogénica y la filogénica. Las actividades ontogénicas se organizan y realizan mediante instituciones de concepción centralizada, destinadas a conformar el desarrollo social. La respuesta filogénica es evolutiva, como la de las bacterias que, sin capacidad de previsión, se organizan solas, respondiendo al entorno. Esta relación se basa tanto en la confrontación como en la simbiosis. La autoridad política de hoy en día es ontogénica y el ciberespacio es filogénico. La salud de la sociedad humana depende del equilibrio entre ambas tendencias.

¿Acaso esta situación podría conducirnos a un modelo de gobernanza "híbrido", ya que al haber más actores y más complejidad se precisa tanto una mayor jerarquía para manejarlos como un mayor número de bucles de realimentación que canalicen la rendición de cuentas recíproca? No hay una única respuesta. Dentro del sistema actual de gobernanza, las condiciones determinarán si un determinado equilibrio funciona o no. El éxito solo llegará de la mano de un "efecto de campo" que active los elementos precisos que exija cada circunstancia concreta. El principio de "una persona, un voto", al igual que el meritocrático, debe adecuarse a las circunstancias.

Lo mismo puede decirse de las empresas. Google demandaba un determinado tipo de gobernanza, más recíproca y colegiada, cuando solo tenía 500 empleados innovando. Con 50.000 trabajadores y mercados en todo el mundo, su complejidad exige, para ser más eficiente, una mayor jerarquía. Sin embargo, la innovación, para no morir a manos de la eficiencia, debe conservar su propio espacio.

En suma, la gobernanza es un sistema operativo abierto, basado en lo que funciona. Sobrevivirán los más adaptables.

b) Dado que las redes sociales y el conocimiento compartido no dejan de cuestionar a las élites y la meritocracia basada en credenciales como los títulos, es probable que en el futuro una nueva "meritocracia ágil", cuyo poder pasajero surja y desaparezca en función de la reputación y el rendimiento, sustituya a las élites más arraigadas.

c) Hacen falta instituciones. Para algunas cosas es buena una autoridad basada en las masas, pero no para otras. Es buena para la innovación y la protesta; es mala para la gobernanza. Es una ensoñación libertaria creer que redes diseminadas de aficionados o "expertos desconocidos" pueden organizar por sí solos una sociedad basada en decisiones racionales e interesadas. La suma de las corduras al por menor no produce necesariamente, ni siquiera generalmente, racionalidad al por mayor. Lo más normal es que la cordura al por menor solo conduzca a la locura al por mayor.

Fueron las redes diseminadas de expertos financieros las que provocaron el colapso de Wall Street y quien tuvo que rescatar el sistema fue ese engorroso y viejo "tío borracho", es decir, el Gobierno de EEUU.

3. Democracia, deliberación y “multitudes inteligentes”. a) La crisis de gobernanza que padecen las democracias actuales procede de la "falta de deliberación". La deliberación es necesaria para que la democracia produzca decisiones colectivas inteligentes y no una política para bobos. Sin mecanismos de decisión deliberativos, que sopesen las consecuencias y lleguen a un equilibrio entre cesiones mutuas, las redes sociales que solo fomentan una participación y una difusión de información sin intermediarios también se limitarán a alentar a la "multitud boba".

Uno de los desafíos principales del inmenso poder de participación de los medios sociales radica en convertir a la "multitud boba" en "multitud inteligente". Tal como están las cosas, medios sociales como Twitter o Facebook son buenos para una movilización de corto vuelo de personas dispuestas a actuar, pero no para desarrollar los procesos de negociación y de desarrollo de consensos que precisa una toma de decisiones inteligente.

El traslado de las encuestas deliberativas al ciberespacio podría servir para transformar a la multitud boba en multitud inteligente. Tal como han demostrado las encuestas deliberativas —en lugares que van desde California a China y Japón, pasando por Europa— la población no está tan polarizada como las élites políticas. Así es sobre todo en EEUU, donde las primarias suelen obligar a los políticos a incurrir en comportamientos extremos. Sin embargo, el consenso puede surgir cuando los ciudadanos -seleccionados como representantes indicativos del conjunto del electorado gracias a muestras elaboradas científicamente- se sitúan en una zona despolitizada o en una "isla de buena voluntad" que, fuera del alcance de la "industria de la persuasión" que domina las elecciones, les permite acceder a datos y a expertos con puntos de vista contrapuestos.

Sin embargo, mientras se han podido realizar sondeos deliberativos de presencia física, reuniendo a 200 o 500 personas seleccionadas por métodos estadísticos (de una forma no muy diferente a como se elegía en la Atenas de hace 2.400 años una asamblea de 500 miembros, mediante sorteo), esto no se ha logrado de forma virtual. El éxito de los seminarios virtuales organizados por universidades como la de Stanford —en los que llegan a participar hasta 160.000 personas— apunta su potencial.

b) En sí mismas, ni la transparencia ni la opacidad constituyen una virtud. Demasiada transparencia puede acabar con la solidez de las instituciones deliberativas. Esta es la "paradoja de la apertura". Si las encuestas deliberativas exigen cierto "espacio despolitizado", las instituciones deliberativas precisan de cierta opacidad para proteger sus decisiones de la presión popular y de la "tiranía de la mayoría". Esta es la razón de que el Tribunal Supremo y la Reserva Federal de EEUU no sean instituciones "transparentes". La opacidad otorga un margen para una deliberación razonada, no sometida al escrutinio público.

Sin embargo, las instituciones deliberativas, para no quedarse encorsetadas, deben estar ligadas a bucles de realimentación consistentes y poder rellenarse u "oxigenarse" periódicamente mediante la rotación de personal.

4. Medios neutrales frente a monetización de la atención. La base de la deliberación consistente radica en la existencia de una información neutral, objetiva y de calidad. Sin embargo, aquí nos enfrentamos al mismo grado de politización y de polarización de la vida política. Del mismo modo que en las sociedades democráticas las primarias generan posiciones políticas polarizadas, el imperativo de "monetizar la atención" para nichos de mercado contamina la calidad objetiva de la información, que se edita para su venta. Como los blogueros únicamente hablan para su propia tribu, la gente solo encuentra la información que busca. La información deja de ser comunicativa.

Se ha hecho realidad algo previsto por los sociólogos: la mayor amplitud de banda ha compartimentado la información. El cuidado de la información —la jerarquización de su calidad intelectual, la pretensión de veracidad o su interrelación con otras disciplinas— está íntimamente relacionado con la gobernanza deliberativa.

Quizá algún día el "valor del cuidado" [de la información] pueda tener un valor mercantil, pero como hoy en día la información objetiva, neutral y de calidad debe proporcionarse en forma de "bien público", queda sometida al problema de la gratuidad.

5. Por debajo del Estado-nación. Gran parte de los debates se han centrado en la relación entre los medios sociales y el Estado-nación. Sin embargo, desde hace tiempo sabemos, y así se ha dicho, que el Estado-nación es demasiado pequeño para los problemas mundiales y demasiado grande para los locales. En un mundo interconectado en el que el poder está diseminado, tendría más sentido buscar un cambio que, yendo de arriba abajo, de la ciudad al nivel subnacional, no emanara del Estado-nación o de las cumbres mundiales. Máxime ahora que el mundo está prácticamente urbanizado y que ha surgido un archipiélago de enormes megalópolis de más de 20 millones de habitantes cada una, sobre todo en Asia. Las megalópolis son nodos de una red en los que la gente vive y trabaja (o está desempleada), en los que se mueve y contamina.

En esas ciudades en las que la proximidad física ya acentúa los procesos de realimentación, los intensos bucles de realimentación de las redes sociales pueden fomentar urbes todavía más inteligentes.

(Entre los expertos que participaron en el debate figuran Jared Cohen, de Google Ideas; Charles Songhurst, estratega de Microsoft; David Brin, autor de The Transparent Society [La sociedad transparente]; George Yeo, exministro de Asuntos Exteriores de Singapur; Joichi Ito, director del laboratorio de medios del MIT; Pierre Omidyar, fundador de eBay; el politólogo Francis Fukuyama, y Alec Ross, el diplomático del Departamento de Estado norteamericano más versado en cuestiones digitales).

Nathan Gardels es redactor jefe del New Perspectives Quarterly (NPQ) y del Global Viewpoint Network de Tribune Media Services. También es asesor principal del Berggruen Institute).


© 2012 GLOBAL VIEWPOINT NETWORK; DISTRIBUTED BY TRIBUNE MEDIA SERVICES. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

Fuente: Diario El País (España). 21/03/2012.

sábado, 17 de marzo de 2012

Panorama histórico de la Izquierda en Latinoamérica.

La izquierda peruana en la región

Por: Martín Tanaka (Politólogo)

La izquierda en el Perú muestra una gran vitalidad política e intelectual en la década de los años 20 del siglo pasado; entre las décadas de los 30 y 60 fue relativamente marginal, articulada alrededor del Partido Comunista, y vivió a la sombra de un populismo de masas, el APRA. La derechización o las ambigüedades del partido populista y la Revolución Cubana abrieron un nuevo espacio, articulado alrededor de experiencias guerrilleras, que fueron derrotadas. En los 70 la percepción de la amenaza del comunismo llevó a la implantación de dictaduras militares (o al “endurecimiento” de otras formas de régimen), que persiguieron a las izquierdas, y a las cuales combatió. Hasta aquí, la trayectoria peruana es similar a la de otros países de la región. Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Venezuela, Colombia, Ecuador, México, podrían ajustarse a este esquema, con sus matices.

En este grupo de países, en medio de los procesos de democratización, algunas izquierdas lograron crecer de manera importante, aprovechando el debilitamiento de los populismos: en los años 80, la Izquierda Unida y el PT en Brasil, acaso porque ambas enfrentaron dictaduras que no impulsaron políticas neoliberales. En Bolivia tuvimos a la UDP, pero fracasó en medio de un caos hiperinflacionario.

Se trataba de izquierdas ideologizadas que seguían un paradigma revolucionario, alentado por lo que ocurría en Centroamérica: los sandinistas tomaban el poder en Nicaragua, y las izquierdas, combinando lucha guerrillera y lucha legal, avanzaban en El Salvador y Guatemala.

Un camino muy diferente se registraba en Uruguay, con el Frente Amplio; aquí la experiencia dictatorial favoreció más bien una desideologización y una valoración de las libertades democráticas. Vistas las cosas retrospectivamente desde el presente, vemos izquierdas importantes o en crecimiento en casi todos esos países, México, El Salvador, Colombia, Brasil, Chile, Uruguay; e izquierdas asociadas a liderazgos personalistas en Nicaragua, Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia.

Así, un camino al poder parece estar dado por la asociación a algún proyecto personalista, una apuesta muy riesgosa. Otro pasa por construir un proyecto propio, para lo cual parece crucial aceptar las reglas de juego democrático, apostar por ser gobierno y demostrar capacidad de gestión, generalmente partiendo de la alcaldía de la capital del país, o de importantes gobiernos subnacionales, para de allí hacer el salto al gobierno nacional.

La ideologización excesiva dificulta la apuesta por ser gobierno y lleva a la implosión, como en Perú o Guatemala; también el fracaso en la gestión como con la UDP en Bolivia o el FREPASO en Argentina. La pregunta es cuál es el camino que seguirá la izquierda peruana, una parte cercana al humalismo, otra tratando de sacar adelante la Municipalidad de Lima, y otra en gobiernos y movimientos regionales, pero pensando más en la movilización que en la gestión, aparentemente.

Martín Tanaka es Doctor en Ciencia Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) sede México. Actualmente es investigador principal y miembro del Consejo Directivo del Instituto de Estudios Peruanos, y profesor asociado y Coordinador de la especialidad de Ciencia Política y Gobierno en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Fuente: Diario La República (Perú). Domingo, 26 de febrero de 2012.

Recomendado:

Trayectorias divergentes de los partidos de izquierda en América Latina.

domingo, 11 de marzo de 2012

Trayectorias divergentes de los partidos de izquierda en América Latina.

Izquierda Dividida

Por: Eduardo Dargent (Politólogo)

Mi invitado, Daniel Nogueira Budny (Universidad de Texas en Austin), nos adelanta las conclusiones de su tesis doctoral sobre las trayectorias divergentes de los partidos de izquierda en América Latina. Esta mirada comparada constituye un aporte valioso al análisis de la caída de IU en el Perú.


Mientras algunos partidos de izquierda en América Latina desarrollaron raíces profundas en sus sociedades, construyeron organizaciones partidarias fuertes y ganaron elecciones nacionales (el PT de Brasil o el Frente Amplio de Uruguay, por ejemplo), otros sufrieron divisiones y perdieron seguidores, algunos incluso después de alcanzar buenos resultados iniciales (como La Causa Radical en Venezuela y la IU en el Perú). ¿Cómo explicar estas diferentes trayectorias?

En mi investigación doctoral propongo que tanto la escena institucional bajo la que se desarrolló un partido de izquierda en sus momentos formativos, como los tipos de desafíos enfrentados por dicho partido durante su fundación, determinan su futura habilidad para adaptarse exitosamente a cambios en el contexto político.

Primero, en los países latinoamericanos en los que la represión autoritaria desmontó la estructura organizativa y la capacidad de movilización de partidos izquierdistas pre-existentes, surgió un espacio en el espectro político que permitió el nacimiento de nuevos partidos izquierdistas sin ataduras con el Marxismo-Leninismo ortodoxo. En tales países, la izquierda rechazó ideologías utópicas iliberales, reconoció el valor de comprometerse con los demás partidos democráticos y adoptó el papel de defensor de los derechos políticos (en parte, para defenderse de la represión gubernamental).

Entretanto, la izquierda tradicional peruana floreció bajo la dictadura militar. Como no hubo una represión fuerte (en comparación al Cono Sur), nunca surgió la necesidad de moderarse. De hecho, la izquierda, inicialmente, se radicalizó para diferenciarse de Velasco. Luego, como cualquier grupo político podía participar en las elecciones a la Asamblea Constituyente; independientemente de su ideología, la izquierda no tuvo ninguna razón para moderarse.

La IU y el PT fueron fundados con apenas siete meses de diferencia. Pero mientras el PT nació como un partido de la izquierda “reformada”, la IU nació como un partido todavía ortodoxo, dogmático y sectario, características que perjudicarían sus oportunidades de moderarse en el largo plazo.

Segundo, las medidas arbitrarias utilizadas por muchos regímenes autoritarios para perseguir a los partidos izquierdistas animaron involuntariamente la construcción de partidos de izquierda fuertes y flexibles. Debido a que el proceso de construcción partidaria tiene un alto costo político y económico a corto plazo, y su valor institucional electoral solo se reconoce a largo plazo, los partidos necesitan un incentivo externo (por ejemplo, una amenaza a su existencia) para embarcarse en este esfuerzo.

Para poder sobrevivir y superar dichos desafíos, estos partidos tuvieron que construir organizaciones disciplinadas y capaces de adaptarse: desarrollaron una burocracia partidaria, crearon una estructura jerárquica y adoptaron mecanismos mayoritarios de toma de decisiones. Este desarrollo organizativo ayudó involuntariamente a que estos partidos se moderen y modernicen. Porque, por lo general, el cambio institucional profundo en la historia se da “de arriba hacia abajo”, con liderazgos claros y con partidarios disciplinados.

La alianza electoral IU no pudo unificarse; menos aún construir un partido con esas características. Sin un enemigo común, los líderes de los partidos representados en IU no tuvieron incentivos para superar su sectarismo y, por eso, insistieron en adoptar un mecanismo consensual de toma de decisiones. Un fenómeno similar ha estado presente en La Causa Radical: como nunca tuvo un incentivo para unificarse por un desafío externo (porque nació bajo una democracia nominal), el partido permaneció poco organizado. Igual que la IU, LCR nunca desarrolló una institución partidaria ni capacidad organizacional y siempre insistió en tomar las decisiones por consenso. Igual que la IU, LCR fracasó electoralmente. Sin una organización moderna y eficaz, entonces los partidos no tienen chance de adaptarse con éxito a los cambios externos.

En síntesis, cuando enfrentaron desafíos cruciales al inicio de su vida institucional, los partidos izquierdistas fueron forzados a realizar cambios que, involuntariamente, ayudarían al futuro proceso de moderarse, modernizarse y poder adaptarse a sus nuevas condiciones. Por el contrario, cuando estos desafíos no estuvieron presentes, los partidos de izquierda quedaron incapacitados para adaptarse a las nuevas realidades de la competencia electoral. Parece que el éxito requiere sacrificios.

Daniel Nogueira Budny.

Fuente: Diario 16 (Perú). 04-03-2012.

sábado, 10 de marzo de 2012

Crítica a las tesis y conclusiones del libro "Apogeo y crisis de la izquierda peruana", conjunto de ensayos y entrevistas compilado por el sociólogo Alberto Adrianzén.

Un pasado sin futuro: una mirada crítica del libro Apogeo y crisis de la izquierda peruana

La izquierda peruana está al debate. El último insumo es el libro Apogeo y crisis de la izquierda peruana, editado por Alberto Adrianzén. Se trata de un balance, desde las élites, de la actuación de Izquierda Unida hace más de 20 años, con fines tanto académicos como políticos.

Por: Carlos León Moya (*)

Sin embargo, considero que el libro no cumple bien ninguno de sus dos objetivos. Por el lado académico, la mayoría de los principales argumentos de los ensayos que lo componen ya han sido expuestos antes, y el recuento de las conocidas variables que condujeron a la crisis de la izquierda no trae novedad. Es poco el aporte de nuevo conocimiento. En cambio, las entrevistas sí son un buen insumo para estudios posteriores, aunque con distinta suerte. Mientras algunas son realmente notables y de contenido imprescindible, en otras se obtiene bastante poco al dejarse a los entrevistados recluirse en sus propios discursos.

Aunque su objetivo político es recordar la existencia de una tradición de izquierda y ayudar a conocer con qué se rompe y qué se continúa de esta, creo que una historia crítica de lo ocurrido en IU, hecha por los mismos actores, difícilmente tenga más que un liviano efecto. La enumeración y explicación somera de sus vicios y errores no llega a dar cuenta de por qué gran parte de estos se mantienen en la actualidad ni por qué se cometieron nuevos errores en los últimos años. La izquierda de ahora afronta nuevos problemas, y le es más útil mirar casos de éxito contemporáneo, en la izquierda latinoamericana y también en partidos peruanos de otra tendencia ideológica, que rebuscar las claves de su futuro en su baúl de fotos grises.

1. Los cuatro ensayos

Los ensayos de Osmar Gonzales y Alberto Adrianzén regresan hasta Mariátegui para analizar IU. Por un lado, mucha de su exposición histórica, salvo algunas hipótesis interesantes, ya estaba detallada en publicaciones anteriores incluso del propio Gonzales. Por otro lado, llama la atención la ausencia de comparación: a pesar del énfasis que se pone en variables internacionales (Comintern, Revolución Cubana, conflicto sino-soviético) no se compara con casos de la región que tuvieron similares características pero resultados distintos.

Ambos acaban sus textos con una lista de las causas de la división de IU según varios autores. Final legítimo pero de poca ayuda. Pareciera así que todas las respuestas son válidas, y que si hay visiones encontradas no hay que contrastarlas sino únicamente señalarlas. Nuevamente no hay explicación a por qué fracasó la izquierda, sino otra suma de posibles respuestas a escoger.

Además, a pesar de que en un ensayo uno elige a discreción lo que cree más útil para su argumento, es notable la ausencia de textos importantes. Se omite por ejemplo a Maxwell Cameron, cuyo estudio de la caída de IU concluye que esta se debió a la dilución de su base social, debido a la informalización de los trabajadores, sumada a las estrategias distintas e irreconciliables de sus dirigencias. Tampoco están los estudios de Henry Dietz, uno de los cuales, hecho con William Dugan, demuestra con cifras que la izquierda no tuvo un monopolio natural del voto de las clases populares en la década del ochenta, ni el libro de Kenneth Roberts que compara la izquierda peruana con la chilena en esa década, llegando a interesantes conclusiones. En cambio, vemos el apellido Adrianzén citado reiteradas veces.

El ensayo de Francisco Guerra García es la visión personal de un argumento conocido: la izquierda se dividió por la tensión entre radicales y moderados. Antonio Zapata rebatió ese argumento en su última columna señalando que los cristianos de izquierda, más cercanos a los moderados, continuaron junto a los radicales en IU. En cambio, el ensayo de Javier Diez Canseco da cuenta de cuatro tensiones que a su juicio recorrieron IU, criticando de forma implícita la postura que él propugnó cuando fue dirigente del Partido Unificado Mariateguista. La sustentación de sus argumentos en documentos partidarios, aunque dificultan la lectura, hacen aún más valioso su testimonio. Sin embargo, Diez Canseco habla muchas veces con la voluntad del político y no con la frialdad del analista. Eso salta a la vista en la seguridad con que asume que IU pudo haber tenido un perfil propio, a pesar de estar aplastada entre el APRA por un lado y el MRTA con Sendero Luminoso por otro, o en su convicción de que la Asamblea Nacional Popular podía tener un futuro auspicioso, a pesar de la precariedad económica. Aun con esas limitaciones, es un aporte valioso que incluso aventura respuestas a lo ocurrido en los noventa.

Finalmente, al leer los cuatro ensayos uno encuentra, más que respuestas, señalamiento de tensiones. La enumeración de estas es entendible cuando se está frente a un objeto nuevo y le es útil para ubicarse por primera vez… pero IU es un objeto de hace 22 años.

2. Las 24 entrevistas

Las entrevistas son de resultados variados. Mientras algunas son un material importante para futuros análisis y comprensiones de la izquierda, en otras los entrevistados se acomodan entre las preguntas y dan respuestas planas y retóricas que son de poca ayuda.

En el primer caso, ubico las entrevistas a Henry Pease, Carlos Tapia, Santiago Pedraglio, Rolando Ames y Hugo Blanco. Son sinceras, algunas crudas, aventuran explicaciones como actores de primer orden, cuentan sucesos que grafican mejor las disputas, o brindan luz sobre aspectos en debate o no tocados. Es llamativo que estas cinco personas no pertenezcan orgánicamente a la izquierda al menos desde hace una década. ¿Será que la distancia orgánica les generó una mayor soltura o perspectiva? Ricardo Letts y Antonio Zapata podrían estar en esta lista, más que por sus entrevistas, por sus textos publicados en distintos momentos. Destaco la carta de renuncia al PUM de Letts y los comentarios constantes de Zapata.

En cambio, las entrevistas a César Barrera Bazán, Rolando Breña, Alberto Moreno y Manuel Dammert Ego Aguirre son enjutas y de aporte muy limitado. Acaso el actual rol dirigencial en Patria Roja de los tres primeros juega en su contra. Las críticas al caudillismo y al ideologismo en la izquierda no son cosa nueva, sino parte del clisé autocrítico instalado hace buenos años, y en sus entrevistas es lo que más se ve. El texto de Dammert, con su barroca retórica y su agotadora manía de adjetivar todo lo existente, es un insumo óseo para cualquier investigador social.

Como nota aparte, las entrevistas a Aída García Naranjo y Susana Villarán son para tomar en cuenta. Relevantes figuras políticas hoy, en los ochenta no eran actores de suma importancia dentro de IU. Aun así, o quizá por eso, sus respuestas son más sueltas y juiciosas, y contienen elementos interesantes.

3. Epílogo: el objetivo político

Existen compañeros que han esperado años por un balance autocrítico de sus dirigentes, no solo oral sino escrito. Muchos de ellos lo encontrarán en el libro y ese es un gran mérito, acaso el principal. Creo que habrá un gran número de personas que le estarán mucho tiempo agradecidas a Alberto Adrianzén por esa publicación. Eso vale bastante.

Sin embargo, esa satisfacción psicológica no necesariamente implica una mejora política. El libro tiene un error de nacimiento: centrarse en Izquierda Unida. Más allá de si aporte mucho o poco al conocimiento del tema, han pasado 22 años y mucha agua bajo el puente. Muchos errores continúan, pero se camuflan mejor o siguen sin tocarse, como la lejana relación entre dirigencia y base. Existen problemas nuevos, cuyo origen y solución no encontraremos en la piedra roseta de la época.

Por eso, a diferencia de lo que hace unos años pensaba, creo que los balances de los ochenta a lo más podrán satisfacer objetivos académicos pero ya no más objetivos políticos. Pudo haber sido hace unos años, acaso cuando cayó Fujimori, pero el tiempo pasó. Hay nuevos temas, nuevas tensiones, nuevos problemas y nuevos retos que la izquierda tiene por delante, y para afrontarlos le es más útil ver qué pasa ahora en el mundo y en la región, cómo alcanzaron el éxito sus pares en el continente y por qué sobreviven sus adversarios en el país. Mirar hacia atrás para recuperar la herencia puede sonar adecuado, pero hace años que nos viene llevando al mismo debate estéril de siempre. A fin de cuentas, a los sabios de Bizancio también les pareció sensato debatir el sexo de los ángeles cuando los turcos estaban por tomar Constantinopla.

(* )Nota del autor: "Debe reconocerse que la tesis de Carlos Alberto Adrianzén, citada en tres de los cuatro ensayos, es uno de los pocos trabajos académicos hechos en el Perú en los últimos años que analizan la izquierda en los años ochenta. Por ello su trabajo tiene validez por peso propio, más allá de su filiación con el editor".

Fuente: Diario La República, revista "Domingo". 04 de marzo de 2012.

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