domingo, 11 de marzo de 2012

Trayectorias divergentes de los partidos de izquierda en América Latina.

Izquierda Dividida

Por: Eduardo Dargent (Politólogo)

Mi invitado, Daniel Nogueira Budny (Universidad de Texas en Austin), nos adelanta las conclusiones de su tesis doctoral sobre las trayectorias divergentes de los partidos de izquierda en América Latina. Esta mirada comparada constituye un aporte valioso al análisis de la caída de IU en el Perú.


Mientras algunos partidos de izquierda en América Latina desarrollaron raíces profundas en sus sociedades, construyeron organizaciones partidarias fuertes y ganaron elecciones nacionales (el PT de Brasil o el Frente Amplio de Uruguay, por ejemplo), otros sufrieron divisiones y perdieron seguidores, algunos incluso después de alcanzar buenos resultados iniciales (como La Causa Radical en Venezuela y la IU en el Perú). ¿Cómo explicar estas diferentes trayectorias?

En mi investigación doctoral propongo que tanto la escena institucional bajo la que se desarrolló un partido de izquierda en sus momentos formativos, como los tipos de desafíos enfrentados por dicho partido durante su fundación, determinan su futura habilidad para adaptarse exitosamente a cambios en el contexto político.

Primero, en los países latinoamericanos en los que la represión autoritaria desmontó la estructura organizativa y la capacidad de movilización de partidos izquierdistas pre-existentes, surgió un espacio en el espectro político que permitió el nacimiento de nuevos partidos izquierdistas sin ataduras con el Marxismo-Leninismo ortodoxo. En tales países, la izquierda rechazó ideologías utópicas iliberales, reconoció el valor de comprometerse con los demás partidos democráticos y adoptó el papel de defensor de los derechos políticos (en parte, para defenderse de la represión gubernamental).

Entretanto, la izquierda tradicional peruana floreció bajo la dictadura militar. Como no hubo una represión fuerte (en comparación al Cono Sur), nunca surgió la necesidad de moderarse. De hecho, la izquierda, inicialmente, se radicalizó para diferenciarse de Velasco. Luego, como cualquier grupo político podía participar en las elecciones a la Asamblea Constituyente; independientemente de su ideología, la izquierda no tuvo ninguna razón para moderarse.

La IU y el PT fueron fundados con apenas siete meses de diferencia. Pero mientras el PT nació como un partido de la izquierda “reformada”, la IU nació como un partido todavía ortodoxo, dogmático y sectario, características que perjudicarían sus oportunidades de moderarse en el largo plazo.

Segundo, las medidas arbitrarias utilizadas por muchos regímenes autoritarios para perseguir a los partidos izquierdistas animaron involuntariamente la construcción de partidos de izquierda fuertes y flexibles. Debido a que el proceso de construcción partidaria tiene un alto costo político y económico a corto plazo, y su valor institucional electoral solo se reconoce a largo plazo, los partidos necesitan un incentivo externo (por ejemplo, una amenaza a su existencia) para embarcarse en este esfuerzo.

Para poder sobrevivir y superar dichos desafíos, estos partidos tuvieron que construir organizaciones disciplinadas y capaces de adaptarse: desarrollaron una burocracia partidaria, crearon una estructura jerárquica y adoptaron mecanismos mayoritarios de toma de decisiones. Este desarrollo organizativo ayudó involuntariamente a que estos partidos se moderen y modernicen. Porque, por lo general, el cambio institucional profundo en la historia se da “de arriba hacia abajo”, con liderazgos claros y con partidarios disciplinados.

La alianza electoral IU no pudo unificarse; menos aún construir un partido con esas características. Sin un enemigo común, los líderes de los partidos representados en IU no tuvieron incentivos para superar su sectarismo y, por eso, insistieron en adoptar un mecanismo consensual de toma de decisiones. Un fenómeno similar ha estado presente en La Causa Radical: como nunca tuvo un incentivo para unificarse por un desafío externo (porque nació bajo una democracia nominal), el partido permaneció poco organizado. Igual que la IU, LCR nunca desarrolló una institución partidaria ni capacidad organizacional y siempre insistió en tomar las decisiones por consenso. Igual que la IU, LCR fracasó electoralmente. Sin una organización moderna y eficaz, entonces los partidos no tienen chance de adaptarse con éxito a los cambios externos.

En síntesis, cuando enfrentaron desafíos cruciales al inicio de su vida institucional, los partidos izquierdistas fueron forzados a realizar cambios que, involuntariamente, ayudarían al futuro proceso de moderarse, modernizarse y poder adaptarse a sus nuevas condiciones. Por el contrario, cuando estos desafíos no estuvieron presentes, los partidos de izquierda quedaron incapacitados para adaptarse a las nuevas realidades de la competencia electoral. Parece que el éxito requiere sacrificios.

Daniel Nogueira Budny.

Fuente: Diario 16 (Perú). 04-03-2012.

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