sábado, 19 de marzo de 2011

"Una de las cosas que la democracia exige, es el enterarnos en qué consiste ella". La ética de la verdad absoluta y la ética de la duda.

Exigencias de la democracia

Por: Fernando Savater (Filósofo)

En los años heroicos y belicosos a comienzos del pasado siglo, se lanzó en Irlanda la consigna: "¿Qué puedes hacer por tu patria?". Cáustico y provocativo, el joven James Joyce declaró entonces: "No pienso hacer nada por mi patria, pero no me importaría que mi patria hiciese algo por mí". Varias décadas y un par de guerras mundiales después, el filósofo de la política Norberto Bobbio habló -con cierta amargura pero no con derrotismo- de "las promesas no mantenidas de la democracia". Recientemente le ha respondido Gustavo Zagrebelsky, que fue presidente de la Corte Constitucional de Italia y es catedrático de Derecho en la Universidad de Turín, en un libro titulado Contro l'etica della verità (editorial Laterza, 2008): "La democracia no promete nada a nadie, pero nos reclama mucho a todos". Es decir: la retórica patriotera, que en último término sacrifica el individuo a entidades abstractas y huecamente sublimes (el pueblo, la tierra, la sangre...), merece el escepticismo de quien se niega a ser arrastrado por ese turbio juego; pero cuando se trata de la institución de la libertad y la igualdad política, la protesta ante el mundo injusto no puede consistir en deplorar lo que no se nos ha dado, sino en plantearnos lo que aún no nos hemos decidido a hacer.

Una de esas cosas que la democracia pide de nosotros es precisamente enterarnos de en qué consiste la democracia misma: es decir, cuáles son sus modos, sus garantías y las posibilidades que brinda al ciudadano. Qué valores la sustentan y qué ideologías se oponen intrínsecamente a su funcionamiento. Por supuesto estas preguntas no admiten como respuesta dogmas teológicos ni certidumbres verificables semejantes a las adquiridas por medio de las ciencias experimentales, pero tampoco dependen de la opinión asilvestrada de cada cual. Como bien dijo Bertrand Russell, no es lo mismo tener un espíritu amplio que una mente vacía. Precisamente en el libro antes citado, Zagrebelsky distingue -frente a la ética de la verdad absoluta, siempre de raigambre teológica- entre el escepticismo multicultural que cree que cada cual tiene su propia creencia idiosincrásica y todas valen lo mismo y la ética de la duda: el que duda cree en la verdad, la busca, la propone tentativamente, aunque no supone ser su dueño exclusivo y permanece abierto a modificar su planteamiento cuando haya razones mejores para ello.

Precisamente ésta es la aspiración legítima de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, vergonzosamente desacreditada desde sus mismos inicios por una campaña obtusa y mendaz que lleva en su origen el sello inequívoco de la propaganda clerical aceptada acríticamente por personas de sorprendida buena fe y oportunistas políticos. Y no se puede decir que no existan ya libros que sitúan esta aspiración a formar intelectualmente ciudadanos en sus precisas coordenadas, al menos como obras de consulta para los profesores. Acaba de aparecer otro excelente, El saber del ciudadano. Las nociones capitales de la democracia (editorial Alianza), escrito por un notable plantel de especialistas bajo la dirección de Aurelio Arteta. No sólo responde al programa esencial de la controvertida materia académica, sino que puede servir como inspiración reflexiva para cualquier ciudadano, no importa de qué edad, que desee completar su información sobre cuestiones de las que depende y sobre todo va a depender en el inmediato futuro la armonía de nuestra convivencia.

En efecto, una de las fisuras polémicas por las que ha sido atacada la Educación para la Ciudadanía es la proliferación de libros de texto de todo tipo y condición, muchos de ellos con planteamientos realmente peregrinos que se prestan a la escandalizada caricatura (por no hablar de las iniciativas grotescas como la de la Comunidad Valenciana, que para sabotear la asignatura ha decidido darla en inglés... Por lo visto, no quiere más ciudadanía que la de la Commonwealth). Hubiera sido bueno que -en éste y en otros casos similares- el Ministerio de Educación, en vez de hacer dejación de sus funciones orientadoras asegurando que cada cual puede adaptar el temario a su sesgo ideológico -lo cual inutiliza la función armonizadora de la materia- señalara con su homologación aquellas obras que realmente responden a lo que se pretende en tal empeño formativo. Después, que cada centro elija el manual que prefiera, pero por lo menos quienes de verdad tienen interés sincero en responder a lo que la democracia pide de nosotros, los educadores, sabrían mejor a que atenerse.

Fuente: Diario El País (España). 08/04/2008.
Recomendado:

La primacía del valor moral sobre todos los demás: valores intelectuales, religiosos, estéticos, políticos, etc. Sujeto moral y repulsión moral.

Libro "El saber del ciudadano. Las nociones capitales de la democracia", Aurelio Arteta y otros. Nacionalismo, Multiculturalismo y Democracia.

lunes, 7 de marzo de 2011

Sudamérica, CEPAL y la dependencia de las expotaciones primarias.

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Ochenta y veinte

Por: Humberto Campodónico (Economista)

A pesar de los cambios de las últimas dos décadas los productos primarios siguen ocupando los primeros lugares en las exportaciones de la Región. Dice la CEPAL que, del 2001 al 2008, su participación aumentó, pasando del 41.1% al 52.9% del total.

Digamos, de entrada, que si se excluye a Brasil el peso de los productos primarios (PP) llega al 70% en promedio para el resto de países.

La composición varía, como es obvio. En Argentina y Brasil los PP están más ligados a la agricultura –soya, trigo y frutas (cítricos, en Brasil)–, mientras que los hidrocarburos son más importantes en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Colombia (CEPAL los llama “países petroleros”). Perú y Chile son los “países mineros”: Chile depende en más del 90% del cobre, mientras que Perú está diversificado: cobre, oro, zinc, plomo y hierro.

No deja de sorprender que en Brasil el 55% de las exportaciones sean PP, así como el 69% en Argentina. Más “normal” es que la Comunidad Andina de Naciones dependa en un 81% de los PP (Perú en 86% y Colombia en “solo” 68%). De su lado, Chile, a pesar de los esfuerzos explícitos de los gobiernos de la Concertación para diversificar su base productiva desde hace una década (algo que en Perú no existe ni de casualidad), sigue teniendo dependencia del 88%.

Hay que resaltar, sin embargo, que el incremento tiene un lado “engañoso” pues refleja el vertiginoso aumento de los precios de los PP que comenzó en el 2005 (cayeron en el 2008, pero a fines del 2009 ya se habían recuperado). Es por eso que son tan importantes para la Región los precios de estos productos, lo que influye sobre los términos del intercambio (la relación entre lo que exportamos versus lo que importamos. Como los precios de los minerales y el petróleo han subido más que los productos agrícolas (ver gráfico, donde el año 2000 = 100), los más favorecidos han sido los “mineros” (Chile y Perú) y “petroleros” (Venezuela, Ecuador, Colombia y Bolivia). No lo han sido tanto el Mercosur y América Central. Pero en el 2011 el alza de precios de los productos agrícolas está batiendo todos los récords. Ergo, hoy toda la Región goza del alza de los PP. Pero esta felicidad es mentirosa porque los precios de los PP son volátiles. Y la salud económica de un país no debe depender de esos precios. Lo que se debe hacer es poner las cosas al revés: debiéramos tener la meta de exportar 20% de productos con valor agregado y solo 20% de productos primarios. Es lo que lograron China, Corea del Sur y los tigres asiáticos, con políticas gubernamentales explícitas de apoyo e impulso a la diversificación del aparato productivo. Aquí todo eso lo ha propuesto Michael Porter, que obtuvo gran consenso en la CADE 2010. Pero poco de esto se escucha en la campaña electoral.

Fuente: Diario La República. Lun, 07/03/2011.