jueves, 29 de agosto de 2013

Teoría del diálogo político. La democracia deliberativa y la democracia participativa.

El diálogo y la izquierda

Por: Sinesio López (Sociólogo)
El diálogo es un componente central de la política. En la democracia clásica (Atenas) la palabra (lexis) y la acción (praxis) eran momentos indisolubles de la política. En Roma republicana y en las ciudades-repúblicas italianas del Medioevo las comunidades de ciudadanos discutían y al mismo tiempo actuaban políticamente. A diferencia del mundo clásico (democrático y republicano) en donde los ciudadanos desplegaban el debate (y la acción) en el espacio público (la polis, la civitas), el diálogo en el mundo moderno surge del espacio privado en donde los individuos discuten sobre los asuntos de interés general y critican al espacio público estatal (la monarquía absoluta) dando origen a lo que Habermas llama la esfera pública.
La esfera pública (la crítica de los ciudadanos y de la ilustración) y la acción de las logias contribuyeron decisivamente a la transformación de las monarquías absolutas en monarquías constitucionales. Las democracias liberales, ayudadas por la complejidad y extensión del mundo moderno, han institucionalizado y en la práctica han expropiado el debate  público enclaustrándolo en sus recintos parlamentarios que devinieron foros públicos. Esta función parlamentaria, sin embargo, hoy ha sido francamente devaluada y ha sido asumida, de manera deficiente, por los medios que están claramente limitados por las ideas y los intereses de sus propietarios y de las élites.  De esa manera, el debate y la acción de los ciudadanos han quedado prácticamente fuera de la política. Los ciudadanos que deliberaban y actuaban políticamente han sido transformados en electores y en votos. Eso explica, en gran medida, la emergencia y los reclamos de la democracia deliberativa y de la democracia participativa.
El diálogo parte de dos grandes supuestos. El primero sostiene que la verdad y el error están democráticamente repartidos y nadie puede reivindicar su monopolio. El segundo afirma que nadie posee tampoco el monopolio de las soluciones de los problemas y que todos, incluidos los pobres, pueden contribuir a resolverlos. El diálogo importa, además, más que por la calidad de los argumentos que se esgrimen, por la consideración de los otros que intervienen en él. El diálogo expresa una racionalidad comunicativa que toma en cuenta los deseos, las creencias, las preferencias y demandas de la gente.
La racionalidad comunicativa no elimina, pero sí controla los efectos destructivos de la racionalidad instrumental (propia del mundo moderno) que considera a las personas como cosas y las trata como tales. Un claro ejemplo de esta es el empresario capitalista que se propone como objetivo la rentabilidad y que convoca a los trabajadores (medios) para este fin y que los despide cuando ya no le son útiles. En la política pasa lo mismo. Las políticas públicas, sobre todo las políticas sociales, tratan a los peruanos y a los pobres como cosas. Los gobernantes pretenden dirigir la educación sin los maestros y contra los maestros, organizar eficientemente el Estado sin y contra la burocracia, reformar la salud sin y contra los médicos. Es una locura.
Lo peculiar del diálogo de la izquierda es que ella llevará como agenda, además de algunos puntos consensuales con otros partidos (corrupción, seguridad, reforma política), otros puntos que ni la derecha ni el gobierno quieren discutir: crisis y desarrollo sostenible, consulta previa, defensa de los derechos de los trabajadores, etc.
Fuente: Diario La República. 29 de agosto del 2013.

sábado, 17 de agosto de 2013

La clase media y su rol político en el Perú. Entre el individualismo y el carácter pluricultural del país.

El mito de la clase salvadora

Por: Sinesio López (Sociólogo)
Previendo el fin del ciclo exportador de minerales, nuestros liberales criollos se han echado a buscar a los salvadores del posible naufragio y creen haberlos encontrado en la clase media que es consumidora y al mismo tiempo semillero de emprendedores.
Esta búsqueda forma parte del mito de la clase salvadora. Hernando de Soto creyó encontrarla en los informales; el marxismo, en el proletariado; los liberales de los países avanzados, en la burguesía. A esta  nueva clase media se le atribuye una función económica, diferente a la de la clase media tradicional (compuesta de profesionales liberales y de burócratas) cuya función ha sido principalmente política. Como  sostuvo alguna vez Carlos Franco, la clase media tradicional distribuye conciencias, ideologías y cuadros políticos a las otras clases sociales. Era y es una clase media ilustrada mientras la nueva clase media (que nace del comercio y los servicios) está constituida por cachueleros exitosos, pero iletrados.
Más allá de los mitos, las sociedades modernas (de individuos y clases sociales) más o menos integradas han tenido y tienen élites dirigentes que han construido un orden social (económico, político, cultural) a través de un proyecto nacional que toda la sociedad comparte y hace suyo. Ellas son las clases dirigentes de las que hablaba Gramsci. Esta es justamente la carencia peruana (y de otros países de América Latina) que es la fuente permanente de inestabilidad. Montesquieu sostenía que los equilibrios políticos no se basan solo en las instituciones sino también en los equilibrios sociales. Este es otro tema de  la agenda posneoliberal.
Otro tema de agenda con incidencia política es el cambio cultural. Dos problemas  han surgido en este campo en las últimas décadas: el individualismo y el carácter pluricultural del país. Por un lado, el avance en la sociedad de mercado implica un avance en la sociedad de individuos y, en menor medida, del individualismo posesivo, pero este no es tan importante como creen los neoliberales. La demanda de Estado y de comunidad (estatismo-comunitarismo: 38%) y la de Estado y mercado y  libertades individuales (estatismo-liberalismo: 43%) siguen siendo de lejos las más importantes en una encuesta del 2005. Por otro lado, lo que caracteriza al Perú es una multiculturalidad compleja (plural en el caso de la Selva y semi-plural en el caso de  los quechuas y los aimaras usando los términos del politólogo Lijphart).
El terrorismo sigue siendo un problema que marca la agenda y ha traído una serie de consecuencias que hasta hoy perduran. Por un lado, produjo lo que Schmitt llamó una situación excepcional (caos legal, político, militar) y de ella nacieron la dictadura y el fujimorismo. Por otro, el miedo al terror generó más conservadurismo (y más antiizquierdismo) en la sociedad, la desmovilización de los sectores populares y la desdemocratización del país.
Finalmente, el neoliberalismo no ha resuelto ninguna de las grandes divisiones estructurales o clivajes (étnico-racial, centralismo-descentralización, nación-imperio, social o de desigualdad, la brecha Estado-territorio, etc.) que ponen en tensión a las diversas fuerzas sociales del país. Ellas seguirán motorizando los diversos conflictos sociopolíticos en los próximos años.
Fuente: Diario La República. 15 de agosto del 2013.

domingo, 11 de agosto de 2013

Republicanismo, liberalismo y democracia. Distinciones conceptuales.

En pos de La República

Por: Martín Tanaka (Politólogo)
El año pasado comenté el libro de Hugo Neira, ¿Qué es república? Acaba de aparecer el indispensable libro de Carmen McEvoy, En pos de la República. Ensayos de historia política e intelectual (Lima, Centro de Estudios Bicentenario, Municipalidad de Lima, Asociación Antonio Raimondi, 2013). Pronto aparecerá el libro de Alberto Vergara, Ciudadanos sin República, que espero comentar más adelante. Acaso pueda decirse que, desde vertientes diversas, empieza a darse una reconsideración del ideal republicano como clave no solo para entender mejor la naturaleza de nuestros problemas históricos y actuales, también para pensar en sus soluciones.
Pero corresponde empezar estableciendo en qué consiste ese ideal republicano, y sus similitudes y diferencias con las tradiciones liberal y democrática. Es que en la democracia como régimen político, en el ideario representativo, las tres tradiciones se encuentran fundidas, aunque correspondan a orígenes y tengan contornos diferentes. Para esto resulta muy útil un texto de Guillermo O’Donnell, Accountability horizontal (1998). Para O’Donnell, lo central en el credo liberal es la idea de que existen ciertos derechos que ningún poder puede transgredir; en el republicano, la noción de servicio público, basada en el respeto a la ley y en la consideración del bien común. Así, para el liberalismo, la vida se desarrolla más plenamente en el ámbito privado; para el republicanismo, en la esfera pública; el primero es defensivo, el segundo elitista, está a la búsqueda de una elite virtuosa. La tradición democrática, por el contrario, es esencialmente igualitaria y participativa. La democracia tiene su origen en Atenas; la república en Roma; el liberalismo en la sociedad feudal y más adelante en la Inglaterra de Locke y la Francia de Montesquieu.
El renovado interés por la tradición republicana sería consecuencia, como sugiere O’Donnell, del hecho de que los desafios políticos que enfrentan nuestros países provengan tanto de un criterio democratista mayoritario, de raigambre populista, que impone una dinámica confrontacional y autoritaria, así como de un neoliberalismo que en nombre del mercado ha debilitado las instituciones y empobrecido la esfera pública.
El libro de McEvoy cubre el periodo que va desde la fundación de la república hasta las primeras décadas del siglo XX, a través del seguimiento de personajes que simbolizan y encarnan la búsqueda de los ideales republicanos (Bernardo de Monteagudo, Juan Espinoza, José Arnaldo Márquez, Juan Bustamante, Pardo, Antonio Raimondi, Francisco García Calderón y Abraham Valdelomar). Aun en un contexto adverso, tienen algunos logros: el convencionalismo liberal de 1855, que llevó a la abolición de la esclavitud y del tributo indígena, y la “república práctica” de Manuel Pardo (1872-1876). Para McEvoy, son referentes que deben ser rescatados y ladrillos necesarios para “formular un proyecto nacional de cara al siglo XXI”. Seguiré con el tema.
Fuente: Diario La República (Perú). 11 de agosto del 2013.