domingo, 7 de octubre de 2012

Debate sobre la "Izquierda" y lo "Popular" en el Perú. Martín Tanaka y Alberto Adriánzen.

Lecciones para la izquierda

Por: Martín Tanaka (Politólogo)

A la luz de varios acontecimientos recientes, me atrevo a sugerir algunas ideas que considero deseable que fueran asimiladas por la izquierda.

La reforma del transporte en Lima, el desalojo del mercado de La Parada y el traslado a Santa Anita y otros sugieren que operar bajo el supuesto de que sectores populares o de origen popular se identificarán con el “bien común” o el “interés general”; y de que el “pueblo organizado” y las “organizaciones de la sociedad civil”, y sus dirigentes en efecto representan a quienes dicen representar, constituye una gran ingenuidad política. Al mismo tiempo, desafíos como el de la revocatoria sugieren que la democracia directa no siempre es mejor que la representativa, y que la “iniciativa popular” puede ser “capturada” por intereses particularistas. En otras palabras la noción de que “el mundo popular” es un mundo de intereses armónicos que se contrapone con el mundo de los “de arriba” también monocromáticamente excluyente no parece ser una guía suficiente para la acción política en nuestro país. De este modo, nociones centrales en el discurso tradicional de la izquierda, que reivindican el protagonismo o “empoderamiento” popular, el trabajo con organizaciones sociales, con dirigentes populares, la promoción de la participación como alternativa o complemento a la democracia representativa está muy bien, pero resulta muy insuficiente a estas alturas. 

La izquierda necesita no solamente un programa de gobierno, también un diagnóstico actualizado de la realidad social peruana. Acaso uno de los grandes problemas que explican las desventuras de la izquierda es que no entiende el país, a pesar de contar con un importante grupo de académicos e intelectuales: más precisamente, el problema es que la visión de ese grupo aparece cada vez más alejada de lo que sucede en el país. Más precisamente aún: en general, las ciencias sociales tienen, tenemos, el reto de repensar y entender mejor el país. 

Por otro lado, diversos grupos de izquierda inician nuevamente conversaciones en función de crear nuevos partidos y constituir un nuevo frente político. ¿Cómo evitar repetir la historia que empieza con la declaración de buenos propósitos y la propuesta de construir la unidad sobre la base de un programa, sigue con debates y desacuerdos, desencadena una división en medio de acusaciones destempladas y termina con la postulación improvisada de diferentes grupos, algunos trepándose a carros ajenos y otros presentando candidaturas sin ninguna opción? Acaso habría que partir por sincerar los proyectos y preferencias políticas y no forzar la unidad de lo que no es unificable; pero ser conscientes también de que las diferentes alternativas de izquierda no están como para darse el lujo de ser excluyentes y celosamente principistas. Lo importante es que la izquierda “conecte” con una sensibilidad popular que le ha resultado esquiva, más cercana a la derecha y al populismo.

La próxima semana, lecciones para la derecha. 

Fuente: Diario La República (Perú). 23 de septiembre del 2012.

¿Qué izquierda?

Hace una semana mi amigo Martín Tanaka publicó un artículo (“Lecciones para la izquierda”, La República 23/09/12) en el cual da una serie de recomendaciones a la izquierda. Es probable que Tanaka lo haya escrito pensando en el nacimiento de Fuerza Ciudadana, justamente, un día antes de la publicación de su artículo. Me parece que todas las recomendaciones y consejos son bienvenidos. Sin embargo, es conveniente hacer algunas puntualizaciones.


"Diagnóstico de la realidad"

Por: Albero Adriánzen (Sociólogo)

Sospecho que hoy, en lo que podemos llamar izquierda –término siempre discutible- no existe mayoritariamente la visión sobre el mundo popular que dice Tanaka: “de que el mundo popular es un mundo de intereses armónicos que se contrapone con el mundo de los de arriba, también monocromático excluyente, no parece ser una guía suficiente para la acción política en el país”. Menos que esté representado en los transportistas o en los dirigentes del Mercado Mayorista.

En realidad, esta visión se dejó de lado hace muchos años. Como bien dice Carlos Mejía en su blog: “No hay ningún grupo de izquierda, por pequeño que sea, que esté entendiendo a los grupos económicos de La Parada o a los propietarios de las empresas de transporte como reales representantes de los sectores populares. No hay un solo documento de alguna agrupación de izquierda que defina a estos grupos como “sectores populares”.

¿Está Patria Roja en La Parada? No. ¿Ha salido la CGTP a defender a los propietarios de empresas de transporte? Tampoco. Los procesos de estratificación y diferenciación social son temas presentes en la reflexión de izquierdas” (Algunas preguntas sobre las “lecciones” de Tanaka a la izquierda). Incluso, se puede añadir que la presencia de
Fuerza Social en Fuerza Ciudadana es buen ejemplo de que la visión sobre el mundo popular que nos propone Tanaka no es compartida por todos sus miembros.

La observación y cuestionamientos sobre las relaciones entre revocatoria (a
Susana Villarán) y democracia directa no es el mejor ejemplo. En este punto también tienen razón las críticas de Mejía. Además, escoger como ejemplo la revocatoria a la alcaldesa de Lima y a su grupo de regidores para luego criticar la “democracia directa”, es, en verdad, un abuso.

Es como crear una suerte de muñeco al gusto de uno y darle de golpes. En este caso, como el anterior, la mayoría de los grupos de izquierda no solo no apoyan dicha revocatoria sino también que están abiertamente en contra. Lo mismo se puede decir del llamado “protagonismo popular”, tema que fue debatido hace muchos años en la izquierda.

En lo que sí estoy de acuerdo con Tanaka es que la izquierda no conoce lo que él mismo llama “sensibilidad popular”. Sin embargo la “sensibilidad popular” no es lo mismo que “un diagnóstico actualizado de la realidad social peruana”.

Al respecto sería bueno leer el libro de George Lakokk: No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político en el cual su interés principal es estudiar las “estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo”.

Dicho en otros términos: saber cuál es la “sensibilidad popular” corresponde a la política; tener un “diagnóstico actualizado de la realidad social peruana” a la sociología y ciencias afines.

Ahora bien, dicho esto me interesa señalar algunos puntos que podrían configurar un pensamiento y una práctica de izquierda:

a) Que el “mundo de abajo” y el “mundo de arriba”, si bien son complejos, diversos y heterogéneos, existen.

b) Que ambos mundos tienen no solo intereses diversos sino también distintos y hasta contrapuestos.

c) Que aquellos que hacen política requieren ubicarse en lo que podemos llamar una
Atalaya. Es distinto “mirar” el mundo desde arriba que desde abajo.

d) Que aquellos que quieren hacer política tienen que optar a qué mundo quieren representar. Ello supone respetar el pluralismo que requiere la política y la democracia.

e) Que la democracia no es solo un conjunto de reglas ni un régimen para tener derechos sino también un sistema y un régimen para crear nuevos espacios (políticos, sociales, culturales, económicos) y así tener nuevos derechos. Un buen ejemplo son los movimientos de los “sin tierra” o “sin techo”. Ello no obvia un problema planteado hace muchos años por José Aricó: “cuál es la desembocadura institucional de los movimientos sociales”. Dicho en otras palabras, las reglas y las instituciones, que son importantes y vitales en una democracia, se construyen conflictivamente entre los de “arriba” y los de “abajo”. En este contexto tiene sentido la democracia participativa y/o directa sin dejar de lado la importancia y preponderancia de la representativa.

f) Que dejemos de usar “populismo” como si fuese una mala palabra. Si como dice Tanaka hay populismo de izquierda y de derecha, se puede concluir que populismo no es una ideología o un programa sino más bien una forma de “articulación” de la política, de creación de un “nosotros” distinto a los otros. Como bien dice Ernesto Laclau, sin el trazado de la división social no hay política, sino administración. Soy un convencido que en este país, además de administrar, se requiere hacer política, es decir, crear un “nosotros”, transformarlo y crear un nuevo orden. Si no, veamos lo que viene sucediendo en estos días.

g) Que la democracia no es solo consecuencia de un pacto entre las élites (menos en este país) sino más bien fruto de esta “confrontación política” entre estos dos “grupos”.

h) Que si bien hay que dejar de lado el llamado “protagonismo popular”, esta suerte de idealización del mundo popular, ello no implica olvidarse de la necesidad de construir una izquierda plebeya (o popular). Ello supone un cambio de su dirección y de su composición social y generacional.

Finalmente, me parece bien que comencemos a discutir cuál debe ser el futuro de la izquierda. La razón es muy simple, este país requiere de una izquierda no solo como un contrapeso a una derecha cada vez más autoritaria y amnésica –como lo demuestran los ataques a la CVR- sino también porque el país, como lo ha expresado la mayoría de
peruanos en los últimos procesos electorales, necesita hace mucho tiempo un cambio si queremos preservar la democracia.

Nota:- Ahora que el
Fujimorismo ha pedido oficialmente que Alberto Fujimori sea indultado, espero que el gobierno no ceda a estas presiones. Hacerlo sería enterrar cualquier esperanza de cambio en este país. Un gigantesco retroceso.

Fuente: Diario La Primera (Perú). 30 deseptiembre del 2012.


Debate

Por: Martín Tanaka (Politólogo)

La semana antepasada escribí un artículo con algunos “consejos” para la izquierda; los amigos Carlos Mejía, desde su blog “Bajada a bases” y Alberto Adrianzén desde su columna en La Primera tuvieron la generosidad de responderme de manera crítica e inteligente.

En mi artículo, tomando algunos ejemplos de la coyuntura reciente, decía que urgía cuestionar un esquema según el cual sectores de origen popular se identifican automáticamente con el “bien común”; en donde el “pueblo organizado” y sus dirigentes representan a quienes dicen representar; y en donde lo popular aparece como un mundo de intereses armónicos que se contrapone con el mundo de los “de arriba” también monocromáticamente excluyente. Tanto Mejía como Adrianzén sostienen  que ese sentido común ya habría sido superado, y parecen reafirmarse en el camino de lograr la unidad o confluencia de los “hombres, mujeres, jóvenes, asalariados urbanos y rurales, independientes, estudiantes y demás ciudadanos que en colectivos, partidos y movimientos están trabajando por cambiar de verdad este país” (Mejía). Eso está muy bien, pero me pregunto si ese es el camino que llevará a representar el “mundo popular”. Recordemos que la simple sumatoria de los colectivos dispersos puede dar un resultado muy pequeño: quizá no tanto como la suma de los votos de Villarán, Diez Canseco y Moreno en 2006, pero nada sustancialmente diferente de ello.

Otro camino complementario es el de buscar la representación de las comunidades, sindicatos, organizaciones en conflicto, que expresarían los límites del “neoliberalismo”. Pero no veo por qué esa estrategia tendría éxito, cuando antes la intentaron Washington Román, Nelson Palomino, Alberto Pizango y otros. Ahora la “esperanza” estaría en Gregorio Santos o Marco Arana. Cabe preguntarse si la izquierda no tiene ninguna autocrítica que hacer a la manera en que esos líderes han conducido la protesta en Cajamarca, o la manera en que Patria Roja ha enfrentado la huelga del Sutep, por ejemplo.

¿Por dónde lograr entonces la ansiada representación? Obviamente no pretendo tener la respuesta, pero una pista es cómo interpretar hoy el legado político de lo que José Matos llamó en 1984 el “desborde popular”. Carlos Iván Degregori, Nicolás Lynch y Cecilia Blondet, en Conquistadores de un nuevo mundo (1986) sugerían que ese “desborde” podría discurrir por cauces “democratizadores” e implícitamente sugerían que la izquierda debería intentar representar el mundo de organizaciones populares de barrio que describen en su libro. El tema es que por lo menos parte importante de ese mundo popular está siendo cada vez más de “clase media”, por lo menos en sus aspiraciones, y cada vez menos “ideológico” en sus concepciones del país; a ese mundo la izquierda tiene muy poco o nada que decirle, y para ese mundo la izquierda es vista como parte del “viejo orden”, no una alternativa novedosa y atractiva.

Fuente: Diario La República (Perú). 07 de octubre del 2012.

lunes, 1 de octubre de 2012

Consecuencias de la desprofesionalización de la política en el Perú.


La Política sin Políticos

Por: Steven Levitsky (Politólogo y profesor de la Universidad de Harvard)

Los peruanos detestan a sus políticos. Desde hace 25 años, existe casi un consenso en la sociedad de que los “políticos tradicionales” son corruptos e irresponsables. Hasta hoy, muchos peruanos creen que hay demasiados políticos en la política.  Hace poco, un columnista de El Comercio propuso “privatizar” el gobierno para reducirlo a un mínimo.
   
Pero el político “tradicional” ya no domina la política peruana. De hecho, es una especie en peligro de extinción. Los peruanos tumbaron a su clase política hace 20 años. El blanco de sus críticas hoy no es una clase política: es una colección de novatos haciendo política. 

La desaparición de los políticos se ve en la última Encuesta de Poder. Sólo tres de los 10 “más poderosos” en 2012 son políticos, el número más bajo–fuera de la época de Fujimori–desde que empezó la encuesta.  Bajo Belaunde, García I y Toledo, el número de políticos en la lista fluctuaba entre cinco y siete. En 2008 bajó a cuatro; y en 2011, a tres.  

El déficit político también se ve en el gabinete de Humala. Solo dos ministros (Jara y Cateriano) han sido electos a un cargo público, y solo una (Jara) pertenece al partido de gobierno.  No es así en otras democracias.  En Estados Unidos, 10 de los 16 miembros del gabinete de Obama son políticos partidarios: hay tres ex senadores, tres ex congresistas y tres ex gobernadores.  En Brasil, 22 de los 26 miembros del gabinete son políticos partidarios: 12 del PT y 10 de otros partidos. Comparado con otros casos, entonces, el Perú es un país donde la política se hace (casi) sin políticos.

Defino un político tradicional o profesional como alguien que dedica gran parte de su vida profesional a la política.  Su carrera principal es la política.  En el Perú, quedan pocos políticos de este tipo en el nivel nacional. Y la mayoría de ellos –Lourdes Flores, Víctor Andrés García Belaunde, Javier Diez Canseco, Alan García y otros apristas– entraron a la política antes de 1990.  

Desde 1990, ha sido mucho más difícil mantener una carrera política. Debido a la debilidad de los partidos y extrema volatilidad electoral, pocos políticos son reelectos.  En las últimas dos elecciones legislativas, por ejemplo, la tasa de reelección fue solo 12%, comparado con más de 80% en Estados Unidos y más de 50% en Brasil y Chile. Además, los partidos peruanos ya no ofrecen dos cosas que son claves para los candidatos: financiamiento y una buena imagen (o etiqueta).

En este contexto, ha surgido el político no profesional.  Los políticos no profesionales no se dedican 100% a la política.  Se dedican a otra profesión, ganan dinero o construyen una buena imagen, y utilizan estos recursos para lanzarse a la política.   Muchos son empresarios con los recursos para financiar una campaña.   Otros son periodistas, locutores, figuras mediáticas, ex voleibolistas, militares retirados o rectores universitarios.  Lo que tienen en común estos candidatos es haber acumulado cierto capital en otro campo profesional (jugando voley, fundando universidades, haciendo golpes militares, vendiendo fotocopiadoras) y haberlo utilizado para saltar a la política.  La mayoría de estos candidatos son novatos, sin formación o experiencia política. Y muchos no piensan en construir una carrera política.  Se quedan uno o dos periodos y se van.  

Lejos de ser un grupo de políticos tradicionales atrincherados, entonces, la clase política peruana es un conjunto de novatos.  El Congreso es mayoritariamente novato.  Más del 70% de los congresistas son nuevos, y el 56% no había sido electo a ningún cargo público antes de 2011.  Hay novatos en los gobiernos regionales también.  De los 25 presidentes regionales electos en 2010, 14 habían participado en la política menos de 10 años.   

La desprofesionalización de la política ha tenido algunos efectos positivos.  Ha abierto la clase política.   Hay mucha más diversidad–en términos de género, etnicidad, y origen socioeconómico– en los cargos públicos hoy que en el pasado. Una clase política fluida ha resultado ser más amplia y quizás más representativa.

Pero la política sin políticos tiene costos también. Uno es la inexperiencia.  Como se ve en el caso de Humala, los novatos políticos tienen que aprender a gobernar.  Muchos carecen de ciertas habilidades que son claves para la gobernabilidad democrática: no saben negociar, construir coaliciones, manejar un gabinete o lidiar con la oposición y los medios o los conflictos sociales. En un gobierno sin estas habilidades, va a haber más errores, más crisis, y en algunos casos, más medidas autoritarias.  La inexperiencia también se ve en el Congreso. Cuando más del 70% de los congresistas son novatos, es muy difícil que el Congreso produzca legislación de alta calidad o que tenga la capacidad para ser un contrapeso al Poder Ejecutivo.     
Otro costo de la política sin políticos es el cortoplacismo. Un político que tiene poca probabilidad de ser reelecto y construir una carrera tiene pocos incentivos para adquirir habilidades legislativas, fortalecer las instituciones legislativas o construir una buena imagen. Lo que tienen son incentivos para “maximizar” sus ganancias en un solo periodo. Estos congresistas son fáciles de cooptar (con puestos, viajes o favores judiciales), lo cual debilita el Congreso.  También suelen ser más corruptos.  La gran mayoría de los escándalos personales que han plagado los últimos dos Congresos han sido protagonizados por novatos. 

Eso no quiere decir que todos los novatos son corruptos, o que los políticos profesionales no lo son.  Pero parece que los novatos políticos –que tienen poco futuro político– están más dispuestos a llevar todo lo que puedan en el corto plazo.

Los escándalos de los últimos años han reforzado el descontento público hacia los políticos.  Pero los políticos de hoy no son los mismos que fueron tumbados hace 20 años.  Son novatos políticos que ocuparon su lugar.

Hay un déficit de políticos en el Perú.  Dudo que una combinación de outsiders y técnicos será suficiente para asegurar la gobernabilidad democrática en los años que vienen. 

Fuente: Diario La República (Perú). 30 de septiembre del 2012.

Recomendado: Coalición. Eduardo Dargent.

Teorías sobre formación de partidos, debilidad partidaria en el Perú y surgimiento de las “coalición de independientes”.



Coalición

Por: Eduardo Dargent (Politólogo)

¿Por qué no se formaron partidos políticos nacionales en Rusia tras la caída del comunismo? A fin de responder a esta pregunta, Henry Hale (“Why not parties in Russia?” Cambridge U. Press, 2005) propone una teoría para explicar por qué los políticos se articulan en organizaciones nacionales. Su explicación se centra en la importancia para los candidatos de contar con recursos materiales e ideológicos/simbólicos para lograr su elección. Partidos fuertes con capacidad de ofrecer ideas/temas atractivos y recursos a sus candidatos harán muy difícil que independientes busquen el éxito por su cuenta; “cerrarán” el mercado electoral. Pero llegar a esa posición de dominio no es un proceso automático, depende en buena cuenta de poseer algunos de los recursos antes señalados. Para Hale no hubo partidos nacionales en Rusia porque estas nacientes organizaciones se toparon con lo que llamaron “sustitutos partidarios”: vehículos electorales que por diversas razones eran más atractivos que los partidos. En el caso de Rusia, estos sustitutos fueron organizaciones políticas regionales y partidos locales financiados por grandes empresas recientemente privatizadas. Sin capacidad de competir con estos sustitutos, los nacientes partidos nacionales rusos no lograron establecerse.

Dialogando con Hale y otras teorías sobre formación de partidos, Mauricio Zavaleta, politólogo de la PUCP y asesorado por Steve Levitsky, acaba de defender una tesis muy valiosa para entender la debilidad partidaria en el Perú. Zavaleta, como Hale, argumenta que, a nivel regional, en el Perú existe un sustituto partidario más atractivo que los partidos nacionales, lo que denomina la “coalición de independientes”.

Si bien la tesis se centra en la política regional, las listas congresales también se describen como una coalición de independientes. Tras analizar las tres elecciones regionales realizadas hasta la fecha, Zavaleta demuestra que la coalición es el vehículo electoral más común en estas competencias. Los políticos de una región se unen para enfrentar en mejores condiciones la elección. Cada uno trae consigo algo de capital político, sea recursos, prestigio o personal de campaña. Contar con un logo común, cumplir con los requisitos de inscripción, así como realizar campañas coordinadas, son todos incentivos fuertes para esta unión electoral.

Estos incentivos, sin embargo, no son suficientes para que la organización tenga vocación de continuidad. Si uno mira los resultados de una elección podría pensar que en el país hay partidos regionales articulados con cierta llegada provincial y distrital. Pero vistos a través del tiempo, lo más común son organizaciones que se crean para la elección y que luego desaparecen. La coalición de independientes se desintegra en forma tan rápida como surge, a la espera de una nueva elección en la que se forjarán nuevas alianzas.

En su capítulo final, Zavaleta estudia algunos casos de mayor articulación y continuidad (por ejemplo, el Apra en algunas regiones, APP, Chim Pum Callao o Nueva Amazonía), así como las causas que explicarían esta mayor organización. Estas excepciones se explican, entre otras razones, por recursos abundantes de un empresario político o por la necesidad de competir con otro partido organizado. Pero no hay que perder de vista que incluso estos casos de “éxito” son débiles si los comparamos con partidos regionales de otros países. Ninguno ha mostrado todavía ser mucho más que su líder fundador.

Como toda buena tesis, Zavaleta no solo adapta las ideas de Hale para el caso peruano, sino que también ofrece lecciones para la teoría comparada sobre formación de partidos. Los partidos políticos nacionales no solo tendrán dificultades de formarse cuando existan sustitutos partidarios fuertes a nivel local, como en Rusia. El caso peruano muestra que incluso sin sustitutos fuertes es posible que los partidos no se formen, pues las alianzas electorales precarias serán vehículos atractivos para los candidatos locales. ¿Para qué invertir en crear partidos si puedo ser elegido sin ellos? Los hallazgos son relevantes para el estudio de otras democracias en las que las elecciones se suceden sin que emerjan partidos nacionales fuertes.

Y claro, la tesis ofrece lecciones a quienes buscan soluciones a la debilidad partidaria en el país, aunque estas lecciones sean pesimistas. Sin incentivos poderosos (ideológicos o un aumento considerable de recursos), construir partidos será un reto enorme en el Perú. En resumen, un excelente y creativo trabajo que espero sea publicado muy pronto.

Fuente: Diario 16 (Perú). 30 de septiembre del 2012.