Adiós partidos
Por: Sinesio López Jiménez (Sociólogo)
No me despido con alegría sino con pena y con cierta dosis de nostalgia. Es cierto que hoy aparecen como los malos de la película, pero no hay que olvidar que ellos jugaron papeles importantes en el proceso de democratización del país y en el de inclusión de amplios sectores sociales marginados. No hay que olvidar tampoco que la democracia requiere de los sistemas de partidos en las sociedades modernas. Con García I comenzó la crisis de los partidos y con García II concluye su agonía. En el intermedio hemos tenido un largo ciclo antipartidos (1990-2000) y otro semipartidario (2001-2010) en el que los partidos (APRA, PPC, AP) han competido con resultados desiguales con los nuevos caudillos nacionales y locales.
El rol de García en esta triste historia es más negativo que positivo. Ni siquiera a su partido le ha brindado un impulso innovador y revitalizador. En el intercambio de suma positiva que estableció con el Apra, él ha salido más beneficiado. En su segundo período, el Apra ni siquiera ha sido un partido de gobierno. En esta última etapa ha utilizado más bien todo su poder para bloquear a los dirigentes que no eran de su agrado y ha maltratado a uno de sus mejores y más honestos cuadros (Carlos Roca) impidiéndole la postulación a la municipalidad de Lima para apoyar a un candidato fujimontesinista. Las políticas desastrosas de su primer gobierno, el desperdicio de las oportunidades históricas de su segundo gobierno para impulsar un desarrollo sostenido, integrador y justo y su caudillismo en ambos gobiernos son factores importantes que subyacen a la historia de la crisis de los partidos. Estos, desde luego, han hecho también lo suyo para hundirse en la irrelevancia.
Con la casi desaparición de los partidos se consolidan los caudillos y los poderes fácticos como actores centrales de la política peruana. Entre ellos se establecen alianzas y conflictos. En el caso de las alianzas, los poderes fácticos canalizan sus intereses a través de sus caudillos favoritos (generalmente de derecha) y los imponen a través de las instituciones estatales a todo el país cuando éstos triunfan en las elecciones generales. Cuando aparece un caudillo díscolo e inconforme que choca con los intereses del establishment los poderes fácticos y los partidos de derecha le hacen cargamontón buscando destruirlo. Este es el caso Humala. Los poderes fácticos se asustan también con los caudillos cuestionadores que surgen en las regiones. Los llaman antimineros y antiinversión extranjera y amenazan con desinvertir.
Ante la debilidad y ausencia de los partidos, los caudillos se erigen como los nuevos representantes de los diversos grupos sociales de un país fragmentado. Ese es su activo y en eso consiste su poder. No tienen organización pero cuentan con la representación de amplios sectores sociales, lo que les permite negociar con los que tienen el dinero, la información, la fuerza o la fe. La mayor parte de esos caudillos regionales se ubican en el amplio espectro que va del centro hacia la izquierda. Esa es la nueva realidad política en la que tienen que moverse los poderes fácticos. En una situación de bonanza y de boyantes ganancias extraordinarias de las corporaciones, las presiones agresivas de los gobiernos regionales no los van a llevar a la desinversión sino a la negociación. La desinversión se concreta cuando hay mucha presión política y social y baja rentabilidad de las inversiones.
Por: Sinesio López Jiménez (Sociólogo)
No me despido con alegría sino con pena y con cierta dosis de nostalgia. Es cierto que hoy aparecen como los malos de la película, pero no hay que olvidar que ellos jugaron papeles importantes en el proceso de democratización del país y en el de inclusión de amplios sectores sociales marginados. No hay que olvidar tampoco que la democracia requiere de los sistemas de partidos en las sociedades modernas. Con García I comenzó la crisis de los partidos y con García II concluye su agonía. En el intermedio hemos tenido un largo ciclo antipartidos (1990-2000) y otro semipartidario (2001-2010) en el que los partidos (APRA, PPC, AP) han competido con resultados desiguales con los nuevos caudillos nacionales y locales.
El rol de García en esta triste historia es más negativo que positivo. Ni siquiera a su partido le ha brindado un impulso innovador y revitalizador. En el intercambio de suma positiva que estableció con el Apra, él ha salido más beneficiado. En su segundo período, el Apra ni siquiera ha sido un partido de gobierno. En esta última etapa ha utilizado más bien todo su poder para bloquear a los dirigentes que no eran de su agrado y ha maltratado a uno de sus mejores y más honestos cuadros (Carlos Roca) impidiéndole la postulación a la municipalidad de Lima para apoyar a un candidato fujimontesinista. Las políticas desastrosas de su primer gobierno, el desperdicio de las oportunidades históricas de su segundo gobierno para impulsar un desarrollo sostenido, integrador y justo y su caudillismo en ambos gobiernos son factores importantes que subyacen a la historia de la crisis de los partidos. Estos, desde luego, han hecho también lo suyo para hundirse en la irrelevancia.
Con la casi desaparición de los partidos se consolidan los caudillos y los poderes fácticos como actores centrales de la política peruana. Entre ellos se establecen alianzas y conflictos. En el caso de las alianzas, los poderes fácticos canalizan sus intereses a través de sus caudillos favoritos (generalmente de derecha) y los imponen a través de las instituciones estatales a todo el país cuando éstos triunfan en las elecciones generales. Cuando aparece un caudillo díscolo e inconforme que choca con los intereses del establishment los poderes fácticos y los partidos de derecha le hacen cargamontón buscando destruirlo. Este es el caso Humala. Los poderes fácticos se asustan también con los caudillos cuestionadores que surgen en las regiones. Los llaman antimineros y antiinversión extranjera y amenazan con desinvertir.
Ante la debilidad y ausencia de los partidos, los caudillos se erigen como los nuevos representantes de los diversos grupos sociales de un país fragmentado. Ese es su activo y en eso consiste su poder. No tienen organización pero cuentan con la representación de amplios sectores sociales, lo que les permite negociar con los que tienen el dinero, la información, la fuerza o la fe. La mayor parte de esos caudillos regionales se ubican en el amplio espectro que va del centro hacia la izquierda. Esa es la nueva realidad política en la que tienen que moverse los poderes fácticos. En una situación de bonanza y de boyantes ganancias extraordinarias de las corporaciones, las presiones agresivas de los gobiernos regionales no los van a llevar a la desinversión sino a la negociación. La desinversión se concreta cuando hay mucha presión política y social y baja rentabilidad de las inversiones.
En ese panorama de caudillos y de poderes fácticos aparece Susana Villarán –canalizando la representación de los sectores sociales limeños que en su mejor momento representó Alfonso Barrantes– no sólo por sus propios méritos sino gracias a la ayudita que le brindó la ultraderecha al polarizar el escenario político entre la derecha y la izquierda. ¿Significa Susana un poco de aire fresco en un clima político enrarecido por polarizaciones agresivas, amenazas de exclusión y llegada del fin del mundo? ¿Vencerá la esperanza al miedo? Veremos.
Fuente: Diario La República. Vie, 08/10/2010.
.
Recomendado:
No hay comentarios:
Publicar un comentario