¿Una Democracia de los Insider?
Por: Steven Levitsky (Politólogo y profesor de la Universidad de Harvard)
Hace 25 años que reina la política de los “outsider” en el Perú. Con el colapso de los partidos, el juego electoral se abrió, permitiendo la elección de novatos políticos a la presidencia (Fujimori, Toledo, Humala), al Congreso (empresarios, voleibolistas, pastores, comentaristas deportivos, vendedores de fotocopiadoras) y a un gran número de alcaldías y gobiernos regionales.
Nos acostumbramos a esperar el nuevo outsider en cada elección. Ya empezó la especulación para 2016. ¿Será Antauro? ¿Gregorio Santos? ¿El padre de Ciro Castillo?
Pero en realidad, las elecciones presidenciales ya no son juegos de outsiders. Al contrario: como observa Mauricio Zavaleta, son dominados cada vez más por los “viejos conocidos de la política”. En 2001, compitió un ex presidente (García) con Alejandro Toledo y Lourdes Flores. En 2006, compitieron dos ex presidentes (García y Paniagua), Flores de nuevo, y un outsider (Humala). En 2011, no hubo outsider entre los candidatos mayores: solo un ex presidente (Toledo), la hija de un ex presidente (Keiko), dos ex candidatos presidenciales (Castañeda y Humala) y un ex premier (PPK). Y si los precandidatos no se matan entre ellos antes de tiempo, 2016 sería muy parecido: dos ex presidentes (Toledo, García), la hija del ex presidente y quizás la esposa del presidente. Lejos de la política de los “outsider,” las elecciones presidenciales peruanas se han convertido en un juego de los “insider.”
¿Qué pasa? Creo que la creciente sensación de déjà vu en las elecciones presidenciales se debe a una combinación de dos factores. Primero, con el colapso de los partidos desaparecieron las carreras políticas en el Perú. En las democracias establecidas, casi todos los políticos nacionales siguen una carrera política. Ascienden por las filas de su partido y ocupan varios cargos electivos antes de convertirse en “presidenciables”. Han sido líderes partidarios (Lula, Lagos, Calderón), gobernadores (Néstor Kirchner, Peña Nieto, Uribe) o congresistas (Cardoso, Mujica). Estas carreras institucionales garantizan un flujo más o menos constante de nuevos políticos nacionales.
En el Perú, estos caminos institucionales no existen. Los partidos ya no generan nuevos políticos nacionales, como alguna vez hicieron con políticos como García, Flores y Paniagua. Gracias, en parte, a la debilidad de los partidos, el Congreso tampoco sirve para hacer una carrera política. En 2006 y 2011, solo 18% de los congresistas fueron re-elegidos. Es un Congreso lleno de novatos, no de políticos profesionales.
Ningún presidente regional ha saltado con éxito a las grandes ligas. Intentaron algunos (Yehude Simon, Vladimiro Huaroc), pero sin demasiado éxito.
Con la excepción de Lima, las alcaldías tampoco sirven para lanzar una carrera política nacional. De hecho, la alcaldía de Lima es el único cargo electo que sí sirve como trampolín a la política nacional.
No existen, entonces, caminos institucionales a la presidencia en el Perú. Ni los partidos ni el Congreso ni los gobiernos locales generan un flujo de nuevos políticos nacionales. Como consecuencia, la puerta queda abierta para los outsiders.
Pero –y este es el segundo factor– ya no estamos en el Perú de 1990. Hace 25 años, debido a la profunda crisis que vivía el país, muchos peruanos estaban dispuestos a apostar por un “outsider”, un desconocido total. La elección de 1990 fue un verdadero salto al vacío. Mucha gente que votó por el desconocido Fujimori lo hizo porque creía que cualquier cosa sería mejor que el statu quo. Si el statu quo es el colapso económico, la hiperinflación y la creciente violencia senderista, y si la clase política parece incapaz de cambiarlo, un salto al vacío no es una locura. Para una gran parte del electorado, no había mucho que perder.
Veintitrés años después, la situación es distinta. Ya no hay crisis. Después de una década de boom económico el electorado se ha vuelto más conservador, no (solo) en términos ideológicos sino también en su comportamiento político. Hoy, muchos peruanos consideran que sí tienen algo que perder, y como consecuencia, pocos quieren la incertidumbre de un desconocido total. Los votantes no son tontos. Como escribe Mauricio Zavaleta, quieren información sobre los candidatos. En la mayoría de las democracias, los partidos son la fuente principal de esta información. Donde no hay partidos, la información sobre los candidatos es escasa y mucha gente termina optando entre los “viejos conocidos.”
Si la ausencia de partidos y carreras políticas dificulta la generación de nuevos políticos nacionales, y al mismo tiempo el electorado ya no está tan dispuesto a apostar por los outsider, el universo de presidenciables se reduce a un grupo pequeño de figuras conocidas: ex presidentes; hijos de los presidentes; esposas de los presidentes; burgomaestres limeños (Castañeda); y algunos ex premier (PPK). César Acuña intenta unirse al club a través de una extraordinaria inversión de su propio dinero, pero hasta ahora no ha logrado hacerlo.
Sin la renovación política generada por partidos institucionalizados, pero sin ganas de apostar por los desconocidos, el electorado peruano enfrenta, cada cinco años, una especie de déjà vu electoral. Si se mantiene esta tendencia, es probable que se profundice el descontento político en un país que ya sufre demasiado descontento político. La gente se quejará de los “mismos políticos de siempre.” Eventualmente, la percepción de una clase política atrincherada en el poder podría favorecer el surgimiento de un outsider populista que promete tumbarla.
Pero si surge el populismo de nuevo, no será culpa de los partidos. No es la partidocracia la que mantiene a los “viejos conocidos de la política”. Es la ausencia de los partidos.
Nota aparte: la denuncia de Fernando Rospigliosi de que el gobierno está espiando a políticos y periodistas a través de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) es preocupante. ¿Quién la va a investigar? En el Perú, el Congreso, el Poder Judicial y los medios siempre investigan con más entusiasmo a los ex gobernantes que a los gobernantes actuales. Eso no está bien.
Fuente: Diario La República. 26 de mayo del 2013.
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