Los falsos evangelistas peruanos del liberalismo
Por: Juan Carlos Tafur
La Fundación Internacional para la Libertad que preside Mario Vargas Llosa nos invitó a Rosa María Palacios, Augusto Álvarez Rodrich y a quien escribe a hacer un análisis respecto a las intersecciones entre liberalismo y autoritarismo, que no son pocas, lamentablemente. Dado que el debate sobre el liberalismo ha recuperado protagonismo en estos días, me parece de interés publicar una versión resumida y actualizada de dicha ponencia.
Como periodista que soy, voy directo al titular: a mi juicio, el origen de esa equívoca superposición entre uno y otro radica en el convencimiento de que fue en la década de los 90, durante el fujimorato, que empezó la revolución liberal peruana y que los gobiernos sucesivos de Toledo, García y Humala han tenido por único o principal mérito el de continuar con el modelo económico allí aplicado.
Muchos se han encargado, inclusive, de tratar de vendernos la especie de que los doce años de democracia posteriores a la implosión del régimen de Fujimori no han sido sino una suerte de versión amanerada del liberalismo “puro” de los 90.
El drama del liberalismo en el Perú, en particular, radica en su confusión con las propuestas de quienes, infundadamente, son considerados vecinos ideológicos. Entre la derecha liberal y la derecha dictatorial y mercantilista habría –según esta idea– pequeños grados de separación, capaces de ser soslayados a la hora de enfrentar al gran enemigo común: la izquierda en cualquiera de sus versiones.
Un profundo error conceptual ubica a esa derecha conservadora al costado de la derecha liberal. Las aparentes semejanzas discursivas en algunos aspectos del análisis económico o político no son más que un espejismo que oculta el enorme abismo que las separa.
De paso sirve para esconder un hecho que posee un significado político monumental, como es que en la izquierda hay sectores cada vez más importantes que entienden no solo que el mercado es el mejor asignador de recursos y ya no el Estado, sino, además, que la democracia es un valor fundamental y no una simple institución epidérmica, supraestructural, para emplear el lenguaje marxista. Es más, para muchos es tan reaccionaria la derecha peruana que la aspiración a que una propuesta liberal encarne políticamente solo podría venir de la izquierda.
Entre la derecha y la izquierda liberales hay más puntos de contacto que entre la derecha liberal y esta derecha bautizada, por sus maneras y estilos, como “bruta y achorada”. Un liberal auténtico debería sentirse más afín con un izquierdista moderno que con un fujimorista autoritario, por ejemplo. Ello, lamentablemente, no sucede en nuestro país, donde supuestos liberales andan de la mano con convictos autoritarios o mercantilistas conservadores sin rubor alguno, pero comparten el mismo odio infantil hacia los progresistas liberales provenientes de la izquierda.
¿Es secundaria la democracia para un liberal? Friedrich Hayek nos ha advertido sobre los riesgos totalitarios del abuso de la democracia, pero no recuerdo texto alguno de él señalando que, por ende, la dictadura sea el camino a seguir. Por el contrario, está en la esencia del pensamiento liberal la defensa de las instituciones que permitan justamente el control del poder absoluto.
¿Es irrelevante la defensa de los derechos humanos para el liberalismo? Algunos talibanes liberales señalan que la Declaración Universal de los Derechos Humanos es la piedra filosofal del intervencionismo económico. Comparto que, vista con amplitud ingenua, en ella nos asomamos a una expresión de deseos que deriva en visiones estatistas, pero un liberal no podría ni debería poner en segundo plano que finalmente los derechos humanos nos conducen a la puesta en valor del individuo sobre el Estado, del ciudadano sobre el poder merced al imperio de la ley y el Estado de derecho.
¿Carece de significado la lucha contra la corrupción en un liberal? ¿No es la corrupción, acaso, una de las formas más claras de vulneración de los derechos de propiedad y del juego del libre mercado? ¿Por qué se le tolera entonces como un daño colateral?
¿Cómo puede entonces –y así nos respondemos la inquietud inicial– siquiera pensarse que en la década de los 90 se iniciaron las reformas liberales en el Perú? Solo una grosera manipulación de los hechos o un profundo error conceptual puede llegar a sostener eso. Llámenlo como quieran, pero de liberal poco o nada hubo en dicha década. Fue un régimen liberalizador a lo sumo y solo en algunos sectores y por un tiempo limitado (el segundo fujimorismo fue, más bien, una cabal expresión de un desembozado populismo de derechas).
Es digno de un análisis histórico de las ideas cómo ha sido posible que ocurra un fenómeno de travestismo tan grande respecto de lo que defienden la derecha y la izquierda. Cuando ingresé a la universidad en el año 79, en plena guerra fría en el planeta y en los estertores de la dictadura militar en el Perú, ¿qué defendía la derecha en términos políticos? La libertad, la democracia, los derechos humanos. ¿Qué defendía la izquierda? La dictadura, la supresión de los derechos civiles, etc. ¿Qué pasó para que en 30 años sea exactamente al revés?
La derecha dejó de ser liberal, permitió que la izquierda le arrebate las banderas democráticas y se recluyó exclusivamente en la defensa de las libertades económicas. Lo peor es que ni siquiera a ello sino a la defensa de un modelo proempresarial antes que uno promercado, mercantilista antes que liberal.
Una inmensa tarea pedagógica tiene frente a sí el liberalismo peruano. En el campo de las ideas la batalla es larga y ardua. Ya no me refiero tan solo a la DBA, que creo no tiene remedio. Son las élites mejor preparadas del país las que también sufren de un error parecido. A ellas hay que dirigirse y mostrarles que el liberalismo es una apuesta no solo no jugada, sino mucho menos, fracasada (como ahora se señala en muchas partes del planeta a propósito de la crisis económica).
Nuestra historia es ejemplar en ese sentido. Los lapsos liberales son escasos, casi inexistentes. En la región, y especialmente en el Perú, el liberalismo es una tarea por llevar a cabo. Y para realizarla los liberales no pueden convivir con inquilinos a los cuales deberían combatir.
Fuente: Diario 16 (Perú). 29 de abril del 2012.
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