Carta desde Montreal: neo-neo liberalismo
Por: Albero Vergara (Politólogo)
En tu columna del domingo (“¿Liberalismo económico popular?”) señalas la emergencia de una práctica ultraliberal en la protesta peruana. Ciertos grupos con intereses particulares se organizan para esquivar la mano visible y fastidiosa del Estado y así seguir haciendo negocios sin las cortapisas que ella suele generar. Pescadores paiteños, cocaleros varios, madereros y mineros informales, entre otros grupos con ojeriza hacia el Estado, serían una suerte de inconsciente federación pro-laissez-faire que socava con éxito los intentos del Estado por regular ciertas actividades, consiguiendo incluso imponerle nuevo rumbo a sus políticas.
Algo similar pensé al pasar por Bolivia: Evo Morales es, en el mismo e irónico sentido, la manifestación más exitosa de este ultraliberalismo de los de abajo. Al menos un par de sus alianzas de gobierno están mediadas por este mismo ánimo anti-Estado.
De un lado la vinculación con El Alto, ciudad tan masista como salvajemente capitalista, y donde el contrabando lleva la voz cantante; ahí no hay política pública más reivindicada ni aplaudida que la desaparición de todo control del comercio por parte del Estado. Friedman en los Andes.
Del otro lado, la relación con los cocaleros, quienes han conseguido en los últimos años que su negocio sea cada vez menos regulado: ya no hay presencia de la DEA, el gobierno elevó el número de hectáreas de coca legalmente permitidas en el país, lograron que en ciertas circunstancias sea legal la venta de hoja de coca ya prensada y, recientemente, todo apunta a que serían ellos quienes presionan para que se haga la carretera que atraviesa el parque natural Tipnis, pues esto les permitirá ampliar sus zonas de cultivo y transportar más fácilmente su producto. Para nadie es una sorpresa que en estas circunstancias la producción de coca y cocaína en Bolivia haya aumentado en los últimos años.
Desde luego, Evo Morales no es solo Presidente de Bolivia, es también el Secretario Ejecutivo de las seis federaciones de cocaleros del Chapare (zona con la mayor producción de coca en Bolivia), lo cual le da al caso boliviano un grado de excepcionalidad difícil de repetir en el Perú.
Pero los encantamientos entre Estado y ciertos intereses sociales, así como los eventuales puentes entre ellos, quedan bien dibujados.
Ahora bien, en el Perú no estamos únicamente ante un proletariado informal, piteador y alérgico al Estado; también juega su partido una suerte de burguesía informal empleadora e incluso otra bastante formal. Y si somos justos algo de este ánimo by-passeador también está presente en el gran capital y su sonrisa de lobby feroz. La desconfianza hacia el Estado y la voluntad de mangonearlo son generalizadas. Este primario, desembozado e irónico ultraliberalismo que constatas puede ser, en realidad, la toma de consciencia por parte de todo el mundo de algo más grande: que la redistribución a la peruana es un carrusel privado y sin ley.
Fuente: Diario La República (Columna de Mirko Lauer). 01 de mayo del 2012.
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